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Comarca Nordeste de Segovia

Defender el campo

  • Autor/a: Adrián Escudero, Xiomara Cantera y Fernando Valladares
  • Entradilla ( para Articulo ): Las tractoradas que recorrieron España en 2024 pusieron sobre la mesa las contradicciones de un modelo agrario que favorece a las grandes corporaciones mientras asfixia a las explotaciones familiares. Más allá de la confusión de las convocatorias, el mensaje era claro: el actual sistema alimentario está vaciando el campo y destruyendo la biodiversidad.

El año pasado asistimos a numerosas protestas llegadas del ámbito rural. Tractoradas que protagonizaron agricultores y ganaderos de todo el país. Quienes vivimos en la región somos conscientes de lo legítimas que son muchas de las reivindicaciones que persiguen, aunque la mezcla de peticiones y la confusión en las convocatorias restaron fuerza a un movimiento que no terminaba de saber quién lo lideraba, a quién reunía y contra quién se posicionaba.

Quienes se dedican a la agricultura y la ganadería, sobre todo con explotaciones familiares, llevan muchos años asfixiados por un sistema agroalimentario profundamente injusto. En solo 15 años las grandes empresas de la industria alimentaria han engullido a casi el 40% de pequeñas y medianas empresas que se dedicaban a la agricultura y la ganadería en la UE. Disminuye el número de granjas pero aumenta el de cerdos, gallinas y vacas. Se trata de uno de los factores que han favorecido el abandono de las áreas rurales, un abandono que se podría paliar favoreciendo a las empresas medianas y pequeñas que son las que realmente generan empleo y permiten el desarrollo de comunidades estructuradas. Además de generar un alimento de mejor calidad y con menor impacto ambiental. Sin embargo, las subvenciones, la normativa y los mercados de la UE están orientados a beneficiar a los más grandes, lanzando un mensaje claro: O te haces grande y trabajas como lo hacen los grandes, o desaparecerás. Así, poco a poco han ido vaciando enormes áreas de la península entre las que se encuentra el Nordeste.

Los recursos de estas áreas abandonadas los terminan aprovechando las empresas que dominan el mercado alimentario. Corporaciones que trabajan deslocalizando sus sistemas de producción de manera que no ven los efectos que provocan (injusticias sociales, pérdida de hábitats y recursos, y contaminación entre otros) y continúan aplicando una lógica en la que el único objetivo es esquilmar los recursos para después, cuando las aguas estén contaminadas y los suelos hayan perdido su capacidad para producir, marcharse a otro lugar.

Cargados de razón, los agricultores salieron a protestar exigiendo igualdad de condiciones a los productos alimentarios importados que no cumplen los requisitos que se exige a la producción en Europa. Y en todo este jaleo esas enormes corporaciones que manejan el sistema alimentario mundial permanecen en silencio. Nunca las veremos en los debates, como tampoco vemos a los grandes grupos inversores o a la cadena de intermediarios que establecen, entre otras cosas, los precios del mercado.

El diagnóstico es claro: sabemos que el actual sistema alimentario, el que favorece a quienes más contaminan y menos contribuyen a crear una sociedad vertebrada, está acelerando la pérdida de la biodiversidad, la reducción de la calidad de la alimentación, el empobrecimiento de los suelos, la inestabilidad climática…

Sería bueno que comencemos a afinar las protestas, las que llegan por parte de los pequeños productores de alimentos y las que llegan desde las organizaciones ambientales, porque al final, parece que van unos contra otros mientras los verdaderos responsables siguen apoderándose de la tierra y produciendo alimentos a base de esquilmar los recursos.

No nos dejemos confundir, los agricultores y la naturaleza son aliados. Exijamos que la protección ambiental se expanda en lugar de contentarnos con medidas como la retirada del reglamento que planteaba reducir en un 50% el uso de plaguicidas en toda Europa. Porque, de momento, lo único que estamos protegiendo es a los grandes grupos de presión agrícolas, los mismos que están poniendo en jaque a los pequeños y medianos agricultores, a la naturaleza y al futuro de las generaciones venideras.

Es difícil pero lo que necesitamos es transformar el modelo por uno que favorezca una agricultura y ganadería locales y sostenibles. Un sistema que haga posible el retorno al campo y garantice unas condiciones de vida dignas para quienes lo trabajan. Sin duda, hay que seguir reivindicando, pero dirijamos la protesta evitando peleas entre los que vivimos en la base de la sociedad, porque así solo beneficiamos a industrias cuya responsabilidad en la crisis ambiental que sufrimos es palmaria.