Opinión
El adiós al guardián del Nordeste
:: ENRIQUE SÁNCHEZ
(VILLAVERDE DE MONTEJO)
Querido Luis, hasta siempre.
Te fuiste demasiado pronto cuando nos abandonaste en la madrugada del pasado lunes 25 de septiembre. Al marcharte se perdió para siempre una enorme parte invisible de Villaverde de Montejo, la más importante. El alma.
Era el lugar en el que habías nacido y te habías criado, volviendo de tu breve aventura por Madrid en cuanto pudiste, porque solo tú sabías que el pueblo necesitaba un alma y tú lo querías ser. Y lo fuiste. Y fuiste feliz.
Ayudando a Mariano de Valdevacas con la miel, a los de Montejo con las viñas y merendando con tus amigos en Moral. Pero sobre todo fuiste feliz en Villaverde, donde eras su cronista no oficial.
Conocías cada rincón como la palma de tu mano. Quién nos enseñará ahora a diferenciar el Vallejo del Arroz de lo Quemao; quién nos dirá de quién es cada viña; quién nos llevará ahora hasta el orégano de la abuela; quién va a olvidar esos ¿estáis tontos? que provocaban las risas en el centro cultural porque sabíamos que venía algún rapapolvo.
Tu sobrina Laura me encargó leer un texto similar para recordarte en tu funeral y reconozco que hice trampas, pues cuando leí sus palabras ante todos logré aguantar las lágrimas, quizás porque lo hice un poco rápido. Tu hermano José Antonio me lo dijo, entre orgulloso y serio, yo creo que porque le llegaron tanto al corazón que seguramente no querría que hubiesen acabado nunca.
Amaste tanto Villaverde que hasta cuidaste su pinar durante años desde la torreta. Una vigilancia que terminaba feliz cuando bajabas y te esperábamos en la bodega.
Allí estaba tu familia, en la que dejaste también un agujero gigante, tan grande como tú corazón. Un corazón valiente y hermoso, que nunca perdió la esperanza de vencer a esa dolorosa y lenta enfermedad que te consumió. Un corazón fuerte capaz de abroncarte por no saber coger la azada y al mismo tiempo agradecido de nuestra llegada cada fin de semana esperando a que nos equivocásemos al cogerla. Porque sí, porque esa era tu forma de decirnos que nos querías allí. Porque esa sonrisa pícara y honesta que se te escapaba tras dos improperios era la muestra más sincera de tu felicidad.
Luis, te fuiste demasiado pronto y el único consuelo que nos queda es saber que te esperaban Mariano, Felipa, Ángel y Montse. Y por supuesto, Tom.
PD: Gracias por enseñarme las cosas a tu manera. No te preocupes, que he recogido las últimas cebollas y puerros que dejaste en el huerto.
PD2: ¿Recuerdas aquella etiqueta del 98 con el diseño del Vallejo? Laura le regaló una botella de clarete a cada uno de tus hermanos en Reyes y nos las hemos bebido en tu honor, espero que no te importe.