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Comarca Nordeste de Segovia



Fotografía de Carlos A. Recio
Fotografía de Carlos A. Recio

Personajes del Nordeste

Palabras que llevan paz

JULIA MORENO RAMOS, CEREZO DE ABAJO. Nos dice que siempre va arreglada, aunque sea a gimnasia o a hacer la compra. Quizá por eso no aparenta sus 82 años o porque mantiene ese carácter jovial y resuelto que la llevó a ser juez de paz durante más de 42 años y le permitió resolver conflictos entre sus vecinos.

Nos dice que siempre va arreglada, aunque sea a gimnasia o a hacer la compra. Quizá por eso no aparenta sus 82 años o porque mantiene ese carácter jovial y resuelto que la llevó a ser juez de paz durante más de 42 años y le permitió resolver conflictos entre sus vecinos.
Nos recibe en su casa, en la parte alta de Cerezo, con una sonrisa y espontáneo desparpajo, acompañada de su hija Miriam.

¿Dónde naces y a qué te has dedicado?
Nací en Casla. Mi padre era ganadero, iba a Extremadura con las ovejas todos los años hasta que murió. Mi madre estaba en casa, con 6 hijos ya tenía tarea. Yo a los 16 años me subí a Somosierra a trabajar en el mesón la Conce de telefonista. Por allí pasaban muchos camiones y se ponían muchas conferencias. Éramos 8 o 10 trabajando. También, si hacía falta, ayudaba en la barra o en el comedor. Estuve allí unos 9 años, pero muy bien.

¿Cuándo y por qué te vienes a Cerezo?
Mi marido era de Somosierra donde trabajaba. Nos conocimos allí y hasta la fecha. Nos casamos muy jovencitos, en la ermita de Nuestra Señora de la Estrella. Abrieron la gasolinera de Cerezo y empezó a trabajar aquí, por eso nos vinimos. Yo, como se hacía antes, me casé y dejé de trabajar. Me quedé en casa con mis hijos: tengo dos hijos y dos hijas y una nieta.

¿No te planteaste seguir trabajando?
Mi marido se compró un camión por su cuenta y montó una empresa de transportes “Nieves Estrella”. El nombre viene porque mis suegros querían que mi hija mayor se llamara Nieves, la patrona de Somosierra, y mis padres, Estrella, la patrona de Casla. Las cosas de entonces. Por eso puso mi marido al camión así. La Julia atendía a los obreros, a los hijos, llevaba los papeles… todo lo que hacía falta. He hecho de todo.

¿Cuándo empiezas de juez de paz y por qué?
Empecé en septiembre de 1981. Juré el cargo en Sepúlveda, delante de un crucifijo. Algunos comentaban: “Es la Nieves Estrella” porque entonces era la única mujer de la zona. Me hice porque me animó el señor Vicente, que era el juez y estuvo muchos años de alcalde. Entre mi marido y él me convencieron. En los pueblos, tú sabes que, si no se cobra, nadie quiere cargos. Era así y total que no cobraba nada, ¿eh?

¿En qué consiste ser juez de paz?
Ahora mismo ya no es complicado, pero antes había que hacer juicios de conciliación en los pueblos por tonterías. Fui a unos cuantos y me salían bien. A veces eran complicados porque eran entre vecinos tuyos. A una señora le querían quitar los hijos, hubo suerte y no se los quitaron. También casos de parejas que se querían divorciar. Un día viene una y dice: “¡Ay, que me pega mi marido!”. Fuimos a verlo y le pegó ella a él.
Normalmente el proceso empezaba con una carta que la hacían llegar. A continuación, citaban a los vecinos implicados en el ayuntamiento donde entre el alcalde, el secretario y ella intentaban que los problemas no terminaran en denuncias formales y fueran a más. Había casos que no podían solucionar, como los problemas con las lindes porque ella no conocía las tierras ni su extensión. En sus últimos años, se acaba de jubilar recientemente, en lo que más intervenía era en tema de Registro Civil: nacimientos, bautizos, bodas, defunciones…

Empezaste hace 42 años, ¿qué diferencias encuentras de entonces hasta que te jubilas?
Antes había muchos accidentes y no había ambulancias. Se moría mucha gente, teníamos que ir allí y luego llevarlos a un local del pueblo. Era muy desagradable. Yo recibía a la familia, les daba un café… No era pagado con dinero. Una vez tuvimos 4 muertos en el local de la Ina, incluso los metieron en los colegios. Estaban allí hasta que el juez de instrucción de Sepúlveda o la funeraria venían.

 

PERSONAJE 2 1

¿Te has arrepentido alguna vez de ser juez? ¿Cuál ha sido tu mayor satisfacción?
No me he arrepentido, en absoluto. He estado contenta y el pueblo ha estado contento también. No he tenido problemas con ninguno de los 5 o 6 alcaldes que he estado y agradezco a las distintas corporaciones el apoyo que me han dado y el sentirme valorada por todas ellas. Afortunadamente, Cerezo es un pueblo conciliador, amable y nada conflictivo y he tenido que actuar poco.
Persona participativa y colaboradora, no dudó en ser la secretaria de la asociación de jubilados La Encina durante muchos años. Toda su familia ha participado activamente en la vida del pueblo, donde siempre se han sentido acompañados y arropados. Su marido Andrés fue durante un tiempo alcalde y sus hijos: Andrés, Nieves, César y Miriam han participado en la Asociación La Perla y en las obras de teatro que se realizan en Cerezo los veranos.
Precisamente su hija Miriam es la promotora de este pequeño reconocimiento a su madre y al cargo que ha ocupado durante 42 años y que acaba de dejar por responsabilidad, aunque está en pleno uso de sus facultades físicas y mentales, y por querer disfrutar más de su familia sin ataduras. Su hija considera que el cargo le ha marcado el carácter y ahora necesita saber las dos versiones de una historia, que no juzga sin conocer; es capaz de empatizar y mediar sin posicionarse y buscar el bien común. Considera que es un cargo importante en los pueblos como un medio de conciliación entre los vecinos.
Cerezo reconoció el trabajo de esta mujer decidida nombrándola pregonera en el año 2018 y, en sus palabras, no faltó el recorrido por su vida y el agradecimiento a un pueblo que siempre la valoró y apoyó y en el que lleva viviendo casi toda su vida.
Nosotros también agradecemos el rato pasado con ellas y ese aperitivo generoso donde no faltaron las setas magistralmente cocinadas por Julia. Charlamos sobre los cambios en Cerezo y Casla y viajamos a través de álbumes que muestran todo el entusiasmo de esta mujer que nos muestra orgullosa la vara de mando que acaba de traspasar. Una vara que le ha permitido resolver conflictos con la palabra y hacer posible la convivencia entre los vecinos por medio del diálogo.