Herramientas de Accesibilidad

Skip to main content

Vive, trabaja y disfruta en la
Comarca Nordeste de Segovia



FOTO: CARLOS ALONSO RECIO.
FOTO: CARLOS ALONSO RECIO.

Personajes del Nordeste

Persona próxima y de referencia - Jaime Izquierdo Martín, sacerdote del Nordeste

Después de terminar la carrera de Matemáticas Puras y dar clase durante dos años, empezó los estudios de Teología. Riaza fue su primer destino como diácono, pasando luego por Segovia, Guatemala y Chañe. Actualmente atiende a 16 pueblos del Nordeste y la ermita de San Frutos, dando apoyo a muchas personas sin perder la sonrisa.

A veces nuestra comarca necesita un poco de luz y cercanía y Jaime parece estar ahí, de servicio permanente. Lo demuestran las llamadas que recibe mientras conversamos, pero transmite ausencia de prisa, y nos regala simpatía y tiempo, que le agradecemos sinceramente porque sabemos que no le gusta ser protagonista.


Dicen que para ser cura se siente una llamada, ¿tú la sentiste y cuándo fue?
Yo no sentí ninguna llamada. Siempre he sido una persona creyente, practicante de iglesia, en conexión con las parroquias y los grupos. Terminé los 5 años de la carrera y estuve dando clase dos cursos, pero tenía ahí ese gusanillo, que no se puede llamar ni vocación tardía; yo considero que fue una vocación “retardada”, porque fui diciendo: “Bueno, espera a ver si esto es o no es”… hasta que al final “fue”. Le dije a don Antonio Palenzuela, que era el obispo, que quería ser cura y me dijo: “Pues hala, vete a estudiar Teología”


- Es que quiero ser cura, no estudiar Teología.
- ¡Hombre, te tendrás que formar!


Y estuve en la Universidad Pontificia de Salamanca. Allí tuve mi primer contacto con esta zona porque Jesús Sastre era el rector del Teologado. También estaba en Urueñas y se venía todos los fines de semana. Algunos veníamos con él a echarle una mano y recorríamos los pueblos que tenía. Íbamos mucho a San Frutos, pues era el párroco de allí. Era un hombre muy entregado y muy cercano, encarnado en la realidad de los pueblos.


¿Tus comienzos fueron difíciles?
Me ordené de diácono y el primer destino fue Riaza, con otro compañero que se ordenó de cura. Llevábamos un montón de pueblos: los Negros y Rojos, los Cerezos y llegábamos hasta El Olmo. Fue difícil pero muy interesante y bonito en cuanto que comenzamos a caminar con la gente, y la gente se abrió.
A los 6 años, le pidieron trasladarse a la parroquia de Santa Teresa en Segovia donde estuvo 13 años. Un barrio nuevo donde llegaron a tener 300 jóvenes, con muchos grupos y muchísima actividad. A pesar de la riqueza de esta época, decidió mantener una experiencia misionera por su contacto con unas religiosas carmelitas misioneras de la enseñanza de Segovia, que cerraron todo y se fueron a Santo Domingo. Hicieron un grupo de apoyo desde aquí, especie de ONG “Futuro Vivo, tiempo de esperanza” de Guatemala y Jaime decidió conocer aquello in situ.


¿Qué hiciste allí?
Estuve mucho en el proyecto de educación, de barriadas de gente muy marginal. Ponía en práctica el tema de las Matemáticas con grupos de apoyo. Es como una experiencia liberadora porque la gente te dice que no entiende nada, lo trabajas individualmente con la persona, lo resuelve y al final se libera. Te preguntan:“¿Para qué sirve esto?” “De momento para aprobar el examen, luego te olvidas de ello”. Por supuesto que sirve para un razonamiento lógico, para tener una estructura mental, sobre todo para pensar que se puede con ello y liberar un poco esa carga de impotencia. Sigo implicado en el proyecto. Les envío todo el dinero que puedo que les viene muy bien, y colaboro con personas que quieren ir allí.
A la vuelta, estuve en Chañe otros 13 años.

FOTO: CARLOS ALONSO RECIO.
FOTO: CARLOS ALONSO RECIO.

El 13 es tu número…
Sí, aquí me quedan 8 aunque tendré que salir a rastras. -- Nos dice riendo.


¿Cómo consigues atender a todos los pueblos y San Frutos?
Te organizas. Hay algunos pueblos muy pequeños como Aldeonte y El Olmo donde solo celebramos fiestas. Hay con-celebradores de la palabra en toda la zona del Nordeste, las religiosas y otras personas que nos ayudan a atender a todos.


Aparte de las misas, ¿hacéis otro tipo de actividades?
Sí, de atención personal, cercanía a la gente, de apoyo... Realmente lo de la España Vaciada no es cierto, porque no está vacía ni deshabitada, sigue quedando gente que requiere una presencia, asistencia…Tiene unas necesidades y nosotros, en algunos asuntos, somos más rápidos y cercanos. Hay situaciones que no se resuelven con facilidad y te conviertes en persona de referencia.


¿Cómo es un día normal tuyo?
Cada día es distinto. Misas siempre tengo en un sitio o en otro, surgen entierros, mañana tengo Bodas de Oro… Tienes que ir a Segovia a formación, al obispado…, estar pendiente de los templos. El otro día le cayó a un vecino el nido de la cigüeña en Navares de las Cuevas, y tienes que resolverlo porque tenemos un seguro común que no asegura nada que tenga que ver con nidos de cigüeña. Hay goteras, iglesias que mantener, retablos muy interesantes por restaurar... La primera hora es la más aprovechable, aunque a veces a las 8 estás en danza, empiezan a surgir cosas… y menos mal que has dejado preparado algo para comer; pero hay días muy tranquilos, especialmente en invierno.
¿Qué mensaje te gustaría trasmitir?
Estamos viviendo tiempos muy difíciles. A nivel del Arciprestazgo curas y celebradores nos planteamos el tema del abandono de la práctica religiosa: la gente ha dejado de ir a la iglesia salvo casos puntuales de fiestas, entierros, bodas y bautizos cada vez menos. Detrás puede haber una pérdida de la identidad creyente, y la media de edad es cada vez más alta. Estamos viviendo un cambio de época y, aunque el Evangelio es atemporal, requiere aterrizaje. Intentas dar cercanía, dar vida a esto, le pones ganas, pero con muchos interrogantes.


Mientras se resuelven esas incógnitas, este segoviano, que baila bien la jota, sigue haciendo muchos kilómetros diarios, que merecen la pena porque su mayor satisfacción es el encuentro con la gente de los pueblos y sus realidades, ser esa mano necesaria, no exenta de humor y buen talante. A su manera, intenta renovar, hacer algún pequeño cambio que mantenga viva la iglesia y la acerque a la realidad actual. Sin duda, es un lujo tenerle en el Nordeste repartiendo tiempo de sosiego, luz, ayuda y una sonrisa por nuestros lugares.