Herramientas de Accesibilidad

Skip to main content

Vive, trabaja y disfruta en la
Comarca Nordeste de Segovia



Personajes del Nordeste

UNA VIDA UNIDA A LA PIEDRA - FRANCISCA SANTAMARÍA CASTRO, ALDEHUELAS

Su figura delgada y discreta no falta cada 25 de octubre en la ermita de San Frutos, devoción que heredó de su marido, ni en otros acontecimientos de los pueblos cercanos. Siempre sin destacar, pero formando parte de un paisaje duro y pedregoso, en el que trabajó con ahínco como cantera durante casi 50 años.

Nos vemos en la casa rural de su hija Chus, un lugar lleno de encanto y detalles de artesanía, con trabajos en piedra Rosa Sepúlveda hechos con mucho mimo. Paquita habla con la mirada, llena de gracia y sabiduría, sin dar importancia a esa vida estoica que solo se intuye a través de sus tímidas palabras. Me lo había avisado: “No te voy a contar mucho. No tengo mucho que decir”. Sin ser consciente que, precisamente ella, tiene mucho que decir sobre una parte de nuestra Historia que desconocemos y que ha marcado nuestra tierra.

¿Dónde naces y dónde pasas tus primeros años?
Nací en Segovia porque mi madre trabajaba allí. Estuve mis primeros años en Urueñas. Luego mi madre se casó con un señor de Villaseca que tenía 3 hijos, así que de repente, éramos 4 niños y luego vinieron otros cuatro más: nos juntamos 10 y con los padres 12.
Su hija Chus comenta: “Así eran de divertidas las Navidades en casa de la abuela”. Y Paquita matiza: “De tarde, de principio no eran nada graciosas”.

¿No era complicado estar tantos niños en la casa?
No había lo que hay ahora: ni televisión, ni juguetes, ni nada de nada. Jugábamos con latas, íbamos a por yerbas, a tirar basuras, a ordeñar, a segar… Campo y ovejas porque mi padre se dedicaba al campo, tenía ovejas y una pequeña taberna.

¿Ibais a la escuela?
Sí, me acuerdo que nos daban leche americana y un poco de queso. Yo a los 10 años dejé de ir porque me echaron a trabajar (y se ríe). Estuve dos años con unos tíos en Madrid y luego me puse a servir como todas las chicas de los pueblos que íbamos para allá. Era trabajar y trabajar para poco dinero. Estuve 3 meses para comprarme un abrigo (se ríe). Pero de junio a septiembre estábamos en el pueblo para segar. En las casas hacíamos de todo. Al principio de cocinar, nada.

¿No te enseñó tu madre?
¡Pero si no la daba tiempo! Cuando venía en verano, íbamos a trabajar y tampoco se hacían comidas como se hacen ahora porque comías: sopas de ajo por la mañana, cocido a mediodía y patatas por la noche. De ahí no salíamos. Comíamos carne cuando moría una oveja y pan tampoco lo veíamos mucho. Cuando ibas a las tierras a segar, llevabas la fiambrera con una tajada de la olla y poco más, porque tortillas no se hacían, no había huevos. Venía un señor de El Villar recogiendo los huevos por todos los pueblos. Nos acostábamos tarde porque había que ordeñar y a las 4 arriba para ir a segar. Como éramos pequeños, yo tendría 8 años como mucho, nos quedábamos dormidos en el burro, y a veces te caías.

Estabais muy sacrificados los niños.
Sacrificados no, explotados.

PERSONAJE ALDEHUELAS NORDESTE SEGOVIA 2

 

¿Cómo vienes a parar a Aldehuelas?
Fue muy curioso. Íbamos al río una panda de chicos y chicas y bajaba Carlos detrás con otra panda. Se metieron con nosotros y les tirábamos piedras y tal. Ahí empezamos a hablar, me gustó, nos liamos… Empezamos en junio y nos casamos en septiembre. Él era de aquí y tenía de todo un poco: la cantera, las ovejas, tierras, tractor... Estuvimos con la cantera a medios pelos hasta que nació la pequeña. No había herramienta y lo cortábamos con una motosierra de disco.


A Paquita el trabajo no le importaba y fue aprendiendo los secretos de extraer la piedra y cortarla. Entre su hija y ella nos hablan de las distintas funciones de la pica, el trinchete, la bujarda… No se detiene en la dureza de trabajar en la calle, de los trabajos no pagados, de las dificultades para hacer vierteaguas, columnas, arcos, basas… “Antes era mucho esfuerzo físico. Lo hacíamos todo a mano. Ahora metes un bloque, te lo corta la máquina, lo pules y listo”. Brazo con brazo, solos su marido y ella. Comenta divertida. “Iba la gente y le daba la propinilla a Carlos y le decían: “Esto para el chaval” porque siempre he sido súper delgada, con el pelo corto, con el mono… Trabajabas para montar el taller que tenemos ahora. Lo pasamos un poco canutas porque no había tela marinera”.

¿Cuánto tiempo estuviste en la cantera?
Desde que me casé, que me casé con 22, hasta los 70.

¿Cómo te apañabas con 4 hijas, la cantería, el ganado, la casa …? Porque muy embarazada no podías estar con la piedra dale que te pego.
(Se ríe) Bueno… Antes era otra cosa. La tripa un mes antes no se me notaba. La tenía bien guardadilla ahí dentro. En Segovia nació la mayor (porque venía de nalgas y era complicado) y la pequeña, con las otras no me dio tiempo, y las tuve en casa, con la señora María, que había tenido 6 o 7 hijos, y mi madre.

Como madre, ¿qué les han inculcado a tus hijas?
Lo primero que quería era que estudiaran porque yo no había podido. Y me han salido buenas chicas.

¿Pero no te hubiera gustado estudiar?
Como no pude, ni me lo planteé. Cuando estuve en Madrid, fui a una academia para aprender por lo menos a leer y escribir. Lo justo para sacarme el carnet. ¡Quién me hubiera dicho a mí que iba a conducir tanto como conduzco ahora! En un pueblo donde vivimos 8 personas, dependemos del coche para todo. Por eso animé a estas mozas a sacárselo en cuanto pudieran.

A lo lejos vemos el taller que tienen y que ahora lleva en solitario su hija Chus, que nos ilustra sobre la piedra rosa Sepúlveda y sus diferencias, sobre los trabajos que hacían antes y ahora. Nos habla del proyecto “Maestro cantero por un día”, de un oficio familiar que ella continúa y que Paquita ve con agrado, porque de la piedra ha sacado la fuerza, la humildad y la constancia que han marcado su vida.

FOTOS: CARLOS A. RECIO