Herramientas de Accesibilidad

Skip to main content

Vive, trabaja y disfruta en la
Comarca Nordeste de Segovia



Personajes del Nordeste

Historias con chispa y emoción

Emprendedora e inquieta, enamorada del teatro, su familia y su pueblo, lleva una vida muy intensa. Vio claro un proyecto de visitas teatralizadas: Sepúlveda Viva, que desarrolla con Antonio, Elena y Alejandro. Lo suyo es obsequiar con una experiencia y mimar a los numerosísimos visitantes que se llevan a Sepúlveda muy dentro.

Hablar con Ana es quedar atrapada en lo que cuenta y cómo lo cuenta porque, ante todo, es una gran comunicadora que trasmite con mucho sentimiento. Gracias a su pasión vivimos su infancia muy muy feliz en la calle, sin adultos, con enormes muñecos de nieve, con gallo, gallina, capón de la china, con días de naturaleza y aventuras. Permanece en ella ese olor a magdalenas que le regalaba Faustina y ahora Chelín a su hijo. Incluso no recuerda como algo traumático su vida en el internado de Segovia. Fue duro, pero un aprendizaje importantísimo de rutinas y disciplina, pero sobre todo de amistades que sigo teniendo, como las que hice en la universidad y que son muy importantes en mi vida.


¿Cómo vives tu etapa universitaria en Madrid y por qué estudias Historia del Arte?
En la universidad fue un momento de confusión y desorden muy grande porque ves que hay tribus urbanas y no sabes dónde ubicarte. No tenía especialmente claro estudiar Historia del Arte. Me gustaba mucho una profe que tuve en 2º de bachillerato, Mercedes; cuando explicaba, me sentía genial, súper relajada. También me parecían interesantes Magisterio, Psicología y Comunicación. Es muy curioso porque, hoy en día, me doy cuenta de que, de Historia del Arte, he cogido la parte que más me gusta que es la de los relatos; he cogido la parte de Magisterio que es enseñar a los demás, poder mostrarles; de Comunicación, trasmitir las cosas de una manera con la que puedas emocionar, llegar, empatizar… Y la parte de Psicología para anticiparte o resolver las necesidades del grupo que tienes delante.


¿Terminas la carrera y quieres volver a Sepúlveda?
No, no se me pasaba por la cabeza volver porque a mi generación se nos trasmitía que, para triunfar y desarrollarte profesionalmente, tenías que estar fuera. Empiezo a hacer un máster en gestión de museos, abrieron el Museo de Los Fueros en Sepúlveda y me llamaron para una plaza temporal de un año. Me lo pensé mucho, pero me fui apasionando y haciendo actividades en él. Lo que más me costó fue volver a un sitio que había dejado hacía 10 años y ya era un mundo diferente donde tenía que construirme una vida nueva y encontrar mi identidad.
En esa época surge el certamen de teatro de Sepúlveda y Ana, que se ilusiona con todo, se integra en el taller La comarca a escena. Cayó rendida al mundo del teatro. Me parecía lo más liberador del mundo. Se me pasaban las 4 horas volando y, cualquier problema que tenía, me desaparecía. Ahí contacta con Rafa Dedi, Antonio y Elena. Y, tras 7 años en el Museo, se lanza al proyecto de Sepúlveda Viva con visitas teatralizadas.


Dices que Sepúlveda Viva surge en un ataque de locura. ¿Cómo fue la idea y sigue vivo el proyecto?
Me había enamorado, en Ayllón y otros sitios, de ese concepto de contar la Historia porque el teatro te provoca emociones, es mucho más vivencial y aprendes de manera más enriquecedora. En un tiempo récord, finiquité mi contrato, hicimos la primera visita con la señorita Mardomingo y, al mes siguiente, Luces y sombras. Tenía muy claro lo que quería contar y cómo.
El proyecto sigue, pero con cambios. La pandemia fue una etapa dura y dolorosa en la que cerré la tienda que había montado como un recurso de recuerdos. Me quedo con el aprendizaje y el punto de inflexión a nivel personal porque pasé tiempo con mi hijo que tenía 1 año y me hizo plantearme el tipo de vida que quería para los dos. Si algo me enseñó, es que tengo suerte: en Madrid las ofertas de ocio y entretenimiento son infinitas y que alguien decida dedicar dos horas de su tiempo y su dinero a mi actividad, me parece un regalo. Por eso intento acometer las visitas con gratitud.

¿A qué más te dedicas? Porque dices: Ana Herrero se dedica a la transformación de productos y servicios en historias, experiencias y emociones.
Forma parte de Sepúlveda Viva y de otras empresas que me demandan que les ayude a dar un toque emocional, a la manera que tienen de trasmitir lo que hacen o lo que venden. Son personas que tienen experiencias o servicios parecidos al mío pero que no saben cómo contarlo, hacer sus rutas o elegir los contenidos.
Las palabras emoción y comunicación están siempre presentes en tu diálogo...
Somos personas y somos emocionales, el éxito está en saber cómo combinarlo con la parte racional. Si hay algo que te provoca un momento de alegría o una risa, vas a aprender mejor un contenido y empatizar muchísimo mejor. Desde que puse el foco en las personas y las escuché, no solo con el oído, me di cuenta de que cada grupo es una historia y quieren que lo que cuentes conecte con sus vivencias. Tengo claro que quiero generar una experiencia, un buen rato de desconexión, de pequeños momentos de disfrute, de felicidad… ¡Qué regalo me hace la vida que puedo contar la Historia de un sitio que me apasiona y con ello hacer disfrutar a la gente!


Te encanta contar historias, ¿qué te gustaría contar que no has hecho todavía?
Me gusta mucho la Sepúlveda de finales del XIX y siglo XX, pero sobre todo lo que me gustaría contar, dentro de algunos años, es que no se muere Sepúlveda. Se puede vivir aquí, disfrutar, promover negocios punteros con las tecnologías. Ahora nos toca a nosotros, necesitamos ilusionarnos y creer porque Sepúlveda tiene todo: proximidad, servicios, naturaleza, buena fibra óptica; es ideal para la crianza y, si te organizas y tienes coche, tiempo para actividades, porque una carencia es el transporte colectivo.
La señorita Mardomingo, apasionada y alegre historiadora del siglo XIX, a quien le gusta tanto la vida que se quedó en ella para siempre, pasea por Sepúlveda y saluda entusiasmada a sus habitantes de la mano de Ana. A las dos les enriquece mucho esa sensación de pertenencia a una comunidad que las adora, el contacto con gentes diversas, poder mostrar y cuidar a sus visitantes proporcionándoles momentos románticos. Ana recuerda esa pareja que tuvo su primera cita en una de las visitas y, años después, se pidieron matrimonio en otra. Su optimismo le hace creer en un resurgir, en una apuesta férrea y real hacia los pueblos analizando la idiosincrasia de cada lugar. Mardomingo apunta: Nuestro Fuero es un magnífico ejemplo.


Soñar, aprender, disfrutar, reír, crear ante la necesidad…de la mano de personas decididas y entusiastas que trasmiten magia con humor. Desde aquí nos sumamos a ese aplauso, final y prolongado en sus visitas, que agradece un trabajo de gran calidad.

FOTOS: CARLOS ALONSO RECIO.