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Folclore agrícola y polémica. Devoción por el día de San Isidro Labrador en Campo de San Pedro
En el folclore podemos apreciar la vida de nuestros pueblos. Sus idas y venidas, sus modas y dinámicas. Es paradójico, como lo es la vida misma, que la tradición para poder seguir uniendo a quiénes se fueron con quiénes vienen, deba estar alerta continuamente actualizándose, para seguir sirviendo a su misión. Esto se debe a que las tradiciones no son inocuas representaciones teatrales, ni tampoco escenificaciones que anclan al pasado. Las tradiciones son el aceite que engrasa el esfuerzo de generaciones pasadas con las ambiciones futuras del presente. La tradición, por lo tanto, debe funcionar, debe cumplir un objetivo. Sin embargo, hay veces que el objetivo de la tradición desaparece o se desdibuja; y con él desaparece la tradición.
Para aprender sobre la fiesta patronal de Campo de San Pedro, decidimos hacer un coloquio con quienes más fiestas han celebrado en el pueblo: los mayores. Escuchándolos atentamente surge prontamente el debate: ¿cuándo celebrarlo? Nos cuentan que normalmente se ha celebrado el 15 de mayo, indistintamente del día de la semana en el que cayera ese año. Dado el carácter eminentemente agrícola de la festividad, los labradores tenían un gran peso en la Cofradía de San Isidro y desde allí se organizaba la celebración. Se entiende que se preocuparan poco de en “qué caía” la festividad, pues quienes trabajan en el campo saben que para quién tiene tarea pendiente en las tierras, el descanso durante el fin de semana es muy relativo. Este carácter se ha mantenido, pero ha cambiado la proporción de ocupación a la agricultura, pues como nos cuenta Honorato, “en cada casa había tres o cuatro labradores, que era el término que se utilizaba antes para los agricultores”. A este asunto, hay que sumarle la diáspora castellano-leonesa que se vivió en el último cuarto de siglo, con la emigración de gran parte de la población.
Pasacalles previo a su paso por el "Bar Jarde" y "Bar Samba".
En relación con estos cambios demográfico, se ha lanzado un globo sonda para ver si se apoya que la celebración del día de San Isidro deje de ser inexorablemente el día 15 de mayo, pudiendo trasladarse al fin de semana más próximo, siguiendo el acontecer en otros pueblos y festividades. La polvareda que ha suscitado la consulta, que carece de carácter vinculante, ha sido enorme. El pueblo entero debate sobre su conveniencia. Se habla de que “quiénes no viven en el pueblo acaban imponiendo cómo deben de hacerse las cosas aquí” para apoyar que la fiesta se mantenga fiel a su celebración original. Postura que, por un lado, encuentra defensores entre quienes defienden la perpetuación de la fiesta tradicional, pero también entre quienes defienden la soberanía municipal y la autonomía de la “ecclesia” laica que forman los habitantes del pueblo, frente a la influencia que ejercen sobre ella quiénes habitan esporádica u ocasionalmente en él.
Pero la postura opuesta también tiene defensores, pues “hay saber cambiar, igual que se cambió el traje de pana. Soy mayor y muchas de las cosas nuevas me parecen buenas. Ni maldigo al progreso ni a la juventud. Hay que ser correcto y saber que a veces hay que pasar por el aro. Antes no había casi ni pan. Y si hoy se vive como se vive, es porque han cambiado muchas cosas”, nos decía Honorato de Campo de San Pedro.
"Cuadro de mandos" de la Cofradía de San Isidro de 2024.
Los mayores del pueblo saben lo que es el cambio. Félix nos cuenta que para él “las cosas han cambiado, las fiestas se han inflado mucho y eso hace que a veces no compense la organización de estos eventos si no viene mucha gente, porque cada vez son más caras”. También nos cuenta Honorato que “hay que tener en cuenta que en algunos casos los que organizan las fiestas están viviendo en Madrid, porque mucha población joven del pueblo se fue allí”. Reflexionan en voz alta unos y otros, mientras rememoran otros San Isidros de tiempos añejos, en los que “nos recogíamos como muy tarde a las doce de la noche, porque a la una había que estar en casa. Y si se venía de fiesta desde otro pueblo, el camino a casa lo hacías andando con tu cuadrilla”. La nostalgia brilla en sus ojos, cuando recuerdan conjuntamente algunas anécdotas e incluso algún “milagro”. Nos cuentan los mayores que durante el día de San Isidro de muchos años atrás, ante una sequía horrorosa que amenazaba las cosechas, merodeaba el pueblo un pastor, al que incluso ponen nombre: el tío Paco de Encinas. Ante la calamidad que se venía, aprovechando el día del patrón, se puso a implorar al cielo: “¡Agua, San Isidro bendito, agua!”. Para sorpresa de los presentes, el radiante sol que “ofendía” las caras de los vecinos pronto se oscureció, ensombrecido tras unos nubarrones que rápidamente dejaron caer las tan deseadas aguas. Aunque, nunca llueve a gusto de todos y nunca mejor dicho, pues nos recuerdan los mayores como gran parte de los muchachos se enfadaron con el Tío Paco por no dejarles estrenar los trajes nuevos en aquel día tan señalado.
Procesión de San Isidro a su paso por la Plaza Mayor de Campo de San Pedro.
En cuanto a la fiesta de este año, que se ha mantenido el miércoles reglamentario, lo que está claro es que sigue siendo un evento reconocible y altamente valorado por los vecinos. Ellos, con la polémica suscitada, han reafirmado el arraigo de la celebración del patrón de su “patria chica”, como nos decían los mayores.
En cualquier caso, el de este año distó mucho de aquel del milagro, pues estuvo continuamente amenazado por el agua, aunque nunca acaeció tal. El día de San Isidro fue anunciado por el pasacalles de los dulzaineros desde las once de la mañana, hora en la que fueron recorriendo las calles del pueblo desde la Plaza Mayor, hasta la subida a la iglesia, tramo en el que se fueron sumando los miembros del ‘cuadro de mandos’ de la Cofradía de San Isidro del 2024, quienes fueron avisando a sus convecinos con festivos cohetes.
Bailando las jotas de espaldas ante la procesión de San Isidro.
Tras el pasacalles, era turno de misa. Una atestada Iglesia de San Pedro Ad Víncula se convertía en epicentro del pueblo. Los de aquí, y los que están viviendo más allá, quienes van y quienes vienen, se saludan y se reconocen como parte del pueblo, recordando el nombre de los críos pequeños y apreciando cuánto han crecido desde que algunos no pasan por el pueblo. Quienes no han tenido precaución de llegar con antelación se deben quedar casi fuera de la iglesia, pues los bancos de la iglesia casi rebosan. La envejecida población, marca y seña de casi la mayoría de nuestros pueblos, se entremezcla con un grupillo de adolescentes que han tenido a buen recaudo asistir también a misa. Tras la bendición del cura, es momento de la procesión. El santo, San Isidro, es sacado en andas de cuatro palos por el pueblo, hasta la Plaza Mayor y su retorno. A la vanguardia de la procesión encontramos unos grandes banderones, a los que por orden les siguen las danzantes, los dulzaineros, el Santo y, por último, los devotos que los acompañan la procesión. Como curiosidad, antes del paso, un grupo de mujeres avanzan marcha atrás bailando jotas, mirando casi todo el tiempo en dirección al santo; salvo a la llegada a la plaza, cuando el paso del Santo se para y las mujeres bailan mezclándose entre sí.
El retorno del santo a la Iglesia no es el fin de la festividad, pues aún quedaría uno de los episodios más icónicos: el remate de palos. Se trata de la subasta del “honor” de llevar las andas del trono del santo a su entrada en la Iglesia, que no en el tránsito total, pues durante el trayecto de la procesión son varios quienes portan las andas, incluidos algunos adolescentes. A la subasta ritual de las andas, le seguirá de nuevo el “remate” de tartas. Además de los palos, la directiva anual de la Cofradía y otros participantes de la festividad compran o hacen tartas y otros dulces tradicionales (como rosquillas o ponches segovianos) que se subastan al público, quien forma un círculo completo en el rellano del patio de la iglesia. Consciente o inconscientemente, quizás fruto de haberlo vivido desde siempre, el “remate” no se hace de cualquier forma, sino que suele utilizarse un tono y fórmulas comunes y características para interpelar al público como “¿quién pone precio a esta tarta? ¿quién da más?”.
Remate de tartas, tras la procesión.
Con una leve observación podemos entender que la subasta es en realidad una forma de donación de particulares de forma pública, pues los precios de las tartas se inflan intencionadamente, entre los 300 y 100 euros que se llegaron a pagar por cada una de ellas. La recaudación final osciló aproximadamente sobre los 2.500 euros.
San Isidro, cambie o no cambie, con su polémica y sin ella, tiene tantas lecturas como participantes del pueblo. Tanta devoción como entusiasmo. Su particular celebración deja claro que es una forma de revitalizar los lazos que unen a los vecinos y reafirmar la identidad de pertenencia al mismo, en un recuerdo de esa comunidad de vivos y muertos que es la memoria colectiva de los pueblos en los que vivimos. Y todo eso, sin menoscabo del profundo carácter y sentir religioso, base y enseña de esta festividad de Campo de San Pedro.
