Colaboraciones
Planes para un nuevo año: decrecer
Nos guste o no, los seres humanos somos ecodependientes, es decir, no podemos vivir sin la naturaleza. Pese a lo incontestable de esta afirmación, esta es una realidad que nos empeñamos en obviar continuamente. Seguimos basando nuestro sistema económico en la producción y el consumo. El sistema propone un crecimiento infinito en un planeta finito que está dando señales inequívocas de estar llegando al límite. Entre las medidas que debemos emprender para revertir esta situación DECRECER es probablemente la más importante.
Aunque cada vez es menos extraño escuchar el término, esta propuesta sigue despertando miedos en buena parte de la sociedad ¿Por qué? Principalmente porque seguimos asociando el bienestar al consumo; no está muy claro en qué consiste eso de decrecer y hay muchas personas empeñadas en hacernos creer que se trata de volver a vivir como lo hacíamos hace 200 años. Nada más lejos de la realidad.
El decrecimiento es crecer en nuestra dimensión más humana, fortaleciendo nuestras propias relaciones y los cuidados, pero disminuyendo el consumo. Se trata de encontrar un equilibrio con los recursos que nos proporciona el planeta sin comprometer nuestro bienestar. Así planteado, puede sonar utópico, pero básicamente se traduce en disociar la felicidad de los productos que consumimos. Porque ¿vivimos mejor por cambiar de móvil cada año?, móviles que, por cierto, tienen una capacidad tecnológica que la mayoría de los usuarios desconoce ¿Necesitamos que haya ocho o diez competiciones futbolísticas, 50 carrereas de fórmula 1 o que se produzcan cientos de miles de películas que no verá casi nadie? ¿Nuestra naturaleza social nos obliga a ver cientos de videos de gatitos o a viajar una vez al año al otro lado del planeta para encerrarnos en un hotel donde todo está incluido? ¿Para convivir necesitamos tener 15 pares de zapatos, 12 pantalones, 14 faldas, 45 camisetas y 9 abrigos? Por mucho que a diario recibamos miles de estímulos y mensajes que intentan convencernos de que sí, no necesitamos casi nada de todo eso para ser felices.
Por eso es imprescindible que tengamos en cuenta parámetros diferentes al consumo y el producto interior bruto a la hora de planificar y medir la economía. Es vital, nunca mejor dicho, que dejemos de dar más importancia al mercado que a la vida de las personas. No podemos normalizar que los países ricos tomen medidas cuando peligra una ruta comercial y por lo tanto el mercado, como ocurre en el Mar Rojo, pero sean incapaces de actuar cuando lo que se pierden son las vidas de miles de personas, como ocurre hoy en Gaza.
La realidad nos está mostrando negro sobre blanco que tanto la energía como los recursos disponibles están disminuyendo. Si no establecemos medidas para, tal y como postula el decrecimiento, organizar y programar ese proceso, el resultado será caótico. Podemos intentar organizar el cambio o continuar creciendo en una carrera imparable a ninguna parte hasta que la recesión se produzca de golpe y entonces sí, nos veamos inmersos en una deriva dominada por el 'sálvese quien pueda' que generará muchísima más pobreza y desigualdad. O decrecemos de forma ordenada o el colapso lo hará por nosotros.
Lo que propone el decrecimiento es evolucionar hacia una forma sostenible de vivir. Postula un cambio programado en el que se establezcan medidas que ayuden a paliar o equilibrar los efectos que las limitaciones y los profundos cambios que estamos enfrentando tienen sobre las personas. Una disminución cuyas consecuencias directas ya está viviendo una parte muy importante de la población mundial. Cada año rebasamos los límites del consumo de agua, petróleo, tierras cultivables, uso de fertilizantes, es decir cada año consumimos más de lo que La Tierra produce en ese periodo. Podemos enfrentarnos a los cambios sin hacer nada al respecto, o podemos implementar medidas que nos permitan vivir mejor a todos, aunque eso suponga obligar a que el 10% de las personas más ricas del planeta deje de consumir el 50% de los recursos de todos. Si es el término lo que incomoda, la Unión Europea juega con el "Postcrecimiento" y la sociedad, en su sensatez infinita, lleva más de tres décadas barajando el concepto de economía de la suficiencia. No nos aturdamos con el nombre y empecemos a trabajar en lo que significa.