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Dos hechos históricos capitales en la villa de Ayllón

Durante la Baja Edad Media, en la Península Ibérica hubo una serie de intentos por conseguir la unidad peninsular bajo una sola monarquía. El concepto de patrimonialidad que tenían los reyes de los distintos territorios sobre los que eran soberanos dio lugar a divisiones y uniones, todo ello amparado en la política matrimonial que de forma continua fue seguida por los distintos reyes y reinas que se hallaban en la cúspide de esa sociedad estamental propia de la época.

Bien está recordar ahora dos hechos que en el siglo XV tuvieron a la villa de Ayllón como sede de decisiones de esa alta política propia de aquellos tiempos.
Bajo la regencia de Catalina de Lancaster, debido la minoría de edad de su hijo el futuro Juan II de Castilla, se firmó en Ayllón el tratado de paz entre los reinos de Castilla y Portugal el día 31 de octubre de 1411.
Castilla siempre quiso integrar en su reino el territorio portugués, que gozaba de independencia desde el siglo XI.
Veintiséis años antes se había producido la batalla de Aljubarrota, en la que se intentó conquistar por la fuerza el territorio portugués y acabó en una sonora derrota para los castellanos. Los portugueses, además de la victoria en dicha batalla, continuaron las agresiones en territorio castellano, e incluso infrigieron una nueva derrota en Valverde de Mérida.
Se puede decir que Aljubarrota significó la independencia definitiva de Portugal, excepto un periodo de ochenta años en que formó parte de la Monarquía Hispánica desde el reinado de Felipe II hasta el de Felipe IV.
Por tanto, en Ayllón se firmó la paz definitiva que reconoció la independencia de Portugal y la consolidación de la dinastía de los Avis, que hasta ese momento no era reconocida por Castilla.
Otro hito, éste que provocó unos años más adelante la unión del reino de Castilla y la monarquía aragonesa, fue el compromiso de Caspe, por el que se entronizaba la monarquía de los Trastámara castellanos en la corona de Aragón. Antes de que llegara al célebre compromiso en dicha villa aragonesa, representantes de los poderes nobiliarios, reales y eclesiásticos se reunieron en Ayllón para preparar la defensa de los intereses del que más adelante en Caspe sería ratificado como rey de Aragón.
La muerte de Martín el Joven sin herederos dejaba a la corona aragonesa sin soberano. Uno de los que jugó sus piezas para hacerse con la corona fue Fernando I, el llamado Fernando de Antequera, que era el pretendiente con más proximidad al último rey. Los derechos se le transmitían a través de su madre, Leonor de Aragón; pero además era nieto del antiguo rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso. Estos prolegómenos que tuvieron lugar en Ayllón (La Concordia de Ayllón) buscando un rey para la corona aragonesa al final desembocaron en Caspe con la proclamación de Fernando I como rey. Esto ya fue en el 1412.
El compromiso de Caspe debe ser considerado como un paso esencial hacia la constitución de la Monarquía Hispánica, y supuso un precedente clave para las decisiones y acciones que llevó a cabo Fernando el Católico, nieto de Fernando I, y que supusieron la unificación de los territorios de la corona de Aragón y de Castilla en una sola monarquía encarnada por los Reyes Católicos. Esto ocurriría ya a finales del siglo; pero su génesis hay que situarla unos años antes en la villa de Ayllón.