Opinión
Más allá del rural: la crisis integral del comercio de proximidad
Los 46.000 euros que la Diputación de Segovia destina anualmente a apoyar 38 nuevos comercios rurales representan, literalmente, una gota en el océano de un problema que trasciende las fronteras del medio rural español. Mientras los responsables provinciales distribuyen subvenciones de menos de 2.100 euros por emprendedor y reconocen que "no pueden hacer seguimiento" de la efectividad de estas ayudas tras doce años de programa, la realidad dibuja un panorama mucho más complejo y preocupante.
La crisis no entiende de códigos postales
El declive del comercio de proximidad no es exclusivo de los pueblos castellanoleoneses. Madrid ha perdido 7.084 comercios de barrio en el último año, lo que supone un 14% de reducción entre 2020 y 2024. A nivel nacional, cada día cierran 28 comercios en España, sumando más de 10.000 cierres anuales. Los barrios de las grandes ciudades asisten al mismo fenómeno que los pueblos segovianos: carnicerías, panaderías, ferreterías y tiendas de proximidad echan el cierre, sustituidas por bazares, franquicias o simplemente por locales vacíos convertidos en viviendas.
En Carabanchel, San Blas o Vallecas, los comerciantes denuncian los mismos problemas que sus colegas rurales: alquileres insostenibles, competencia desigual con las grandes superficies, falta de relevo generacional y un modelo económico que los margina sistemáticamente. La diferencia estriba en que en Madrid, al menos, existe cierta rotación de negocios. En los pueblos, cada cierre es definitivo.
Los bonos comercio: ¿solución real o parche mediático?
Ante esta crisis, han proliferado las iniciativas de "bonos comercio" como aparente tabla de salvación. En Andújar, la campaña de 2024 generó un "efecto multiplicador de 3 euros por cada euro invertido" y el 70% de comercios reportaron incremento en ventas. En Galicia, el Bono Activa Comercio movilizó 749.000 euros en ventas en 24 horas. Valencia destinará 1,3 millones de euros para repartir más de 22.000 bonos de 100 euros subvencionados al 50%.
Los números suenan impresionantes, pero ¿son sostenibles estos resultados? La mayoría de estudios sobre bonos comercio se limitan a medir el impacto inmediato durante el período de canje, sin analizar qué ocurre después. ¿Mantienen los comercios ese incremento de ventas una vez agotados los bonos? ¿O simplemente se produce un desplazamiento temporal del consumo?
La evidencia sugiere que, si bien estos programas pueden proporcionar un respiro puntual, no abordan las causas estructurales del problema. Un comercio que sobrevive gracias a subvenciones públicas periódicas no ha resuelto su viabilidad económica; simplemente la ha aplazado.
La revolución silenciosa del reparto rural
Mientras las administraciones se obstinan en mantener con vida negocios que el mercado condena, la realidad se adapta por otros cauces. La plataforma REDOnsella en la Val d'Onsella funciona como un "Amazon rural" que conecta productores locales con consumidores sin intermediarios.
Esta es la verdadera adaptación a los nuevos tiempos: el comercio itinerante que optimiza rutas, el comercio electrónico que elimina la dependencia del local físico, y las plataformas digitales que conectan oferta y demanda rural de manera eficiente. La Ferretería García de Binéfar ha transformado un negocio local centenario en una empresa que vende en los cinco continentes, con el 90% de sus ventas online.
Paradójicamente, mientras las administraciones reclaman "adaptación a las nuevas realidades", siguen financiando modelos comerciales obsoletos en lugar de apoyar estas innovaciones que realmente funcionan.
La competencia desigual que nadie quiere ver
A los pueblos de cualquier comarca española llegan diariamente varias furgonetas de reparto de Amazon, Correos, MRW y otras empresas de mensajería. Los vecinos reciben en sus casas, a precios competitivos y sin desplazamientos, desde alimentación hasta electrodomésticos. Grandes cadenas como Alimerka invierten 19 millones de euros en flotas de reparto sostenible, con furgonetas eléctricas de 410 km de autonomía.
¿Cómo puede competir una tienda de pueblo, subvencionada con 1.500 euros anuales, contra esta infraestructura logística? La respuesta es sencilla: no puede.
Hacia un nuevo modelo: innovación frente a nostalgia
Es hora de reconocer que el modelo tradicional de comercio rural está agotado y que mantenerlo artificialmente con ayudas mínimas es tanto inútil como cruel. Los 46.000 euros anuales de Segovia, multiplicados por las decenas de diputaciones y comunidades autónomas que aplican programas similares, suman millones de euros que podrían destinarse a iniciativas realmente transformadoras.
En lugar de subvencionar la permanencia de comercios inviables, deberíamos apostar por:
- Comercio móvil y rutas optimizadas: Castilla y León ya destina hasta 5.000 euros para la compra de vehículos de reparto en zonas despobladas.
- Plataformas digitales de comercio local: conectar productores rurales directamente con consumidores.
- Centros de distribución comarcales: que optimicen el reparto y reduzcan costes.
- Formación en comercio electrónico: para que los comerciantes rurales compitan realmente en igualdad de condiciones.
La coherencia perdida
Resulta paradójico que las mismas administraciones que proclaman la necesidad de "digitalización" y "adaptación al siglo XXI" sigan financiando con dinero público un modelo comercial del siglo XX. Mientras invierten miles de euros en mantener abiertas tiendas que atienden a cinco clientes diarios, ignoran que esos mismos vecinos realizan sus compras principales por internet.
La Diputación de Segovia reconoce que "no puede hacer seguimiento" de la efectividad de sus ayudas tras doce años de programa. Esta confesión debería ser motivo suficiente para replantearse completamente la estrategia.
Conclusión: del paternalismo a la innovación
Los pueblos de nuestra comarca, como los de toda España, no necesitan caridad institucional que prolongue agonías comerciales. Necesitan políticas valientes que apoyen la innovación, faciliten nuevos modelos de negocio y reconozcan que el futuro del comercio rural pasa por la adaptación inteligente, no por la resistencia nostálgica al cambio.
Los 46.000 euros anuales destinados a 38 comercios representan 1.210 euros por negocio. Con esa cantidad no se salva ningún comercio, pero sí se mantiene la ilusión política de que "se está haciendo algo". Es hora de hacer algo real: apostar por la innovación, el comercio digital y los nuevos modelos logísticos que realmente funcionan en el siglo XXI.
El comercio de proximidad puede tener futuro, pero solo si dejamos de subvencionarlo para empezar a reinventarlo.