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Opinión

23 de abril

:: CÉSAR ALONSO PONCE

Debo confesar que no celebro demasiado la fiesta de Castilla y León. ¿Qué es exactamente lo que conmemoramos?, ¿una decapitación? ¿Y qué es lo que celebramos?, ¿la construcción de una identidad regional/nacional/cultural…? ¿Por qué relacionamos ambas cosas? Si España es esencialmente un proyecto de Castilla, ¿entonces construir una nueva identidad es ir contra nosotros mismos? Algunos catalanes, por cierto, también sienten cierto desapego de su día nacional (el 11 de septiembre) porque al fin y al cabo rememora una derrota.
La revuelta de las Comunidades de Castilla, por muchas vueltas que se den, tiene muy poco que ver una identidad nacional o regional sino con la defensa de unas tradiciones políticas medievales que sí se podrían considerar antecedentes lejanos de la democracia moderna. Por eso la tradición republicana y liberal de toda España hizo del recuerdo de los comuneros un símbolo de sus aspiraciones, lo cual se plasmó en la introducción del color morado en la bandera nacional republicana.
La revuelta, además, no estaba circunscrita al actual territorio de la comunidad autónoma de Castilla y León, sino a todo el reino de Castilla, lo cual incluye lo que actualmente son dos tercios de España (deberíamos tener mucho cuidado a la hora de identificar territorios históricos y culturales con las actuales entidades administrativas que llamamos comunidades autónomas).
Siempre me he preguntado por qué nuestros paisanos de Castilla-La Mancha no celebran su festividad el 23 de abril, cuando tienen tantos o más motivos que nosotros para hacerlo; baste recordar que Toledo no solo fue una de las primeras ciudades en incitar a la rebelión comunera, sino que también fue la última en rendirse a las tropas imperiales. ¿Es una cuestión de idiosincrasia? Los castellanos-manchegos celebran su día el 31 de mayo porque es el día en que aprobaron su estatuto de autonomía; no es que tenga mucho glamour ni histórico ni cultural pero me parece menos truculento que celebrar una derrota y una ejecución sanguinolenta. De momento creo que el 23 de abril prefiero dedicarme a recordar a Cervantes y a Shakespeare, y celebrar Sant Jordi regalando un libro y una rosa a todas las personas que quiero.