Editoriales
Elecciones europeas en el Nordeste
No es el momento ahora de analizar de si en esos albores democráticos los votantes lo hacían con criterio, si el sufragio censitario (en el que sólo podían votar los más acomodados de la sociedad) estaba justificado, si ese caciquismo tan propio del XIX manipulaba la intencionalidad del voto, o si existía alguna justificación para que la mujer no pudiera ejercer el derecho al voto, reservado en exclusiva a los varones. Ahora sólo se ofrece al lector lo que es una tendencia histórica, cual es que en la vieja Castilla la tendencia al voto casi siempre se ha decantado hacia posiciones conservadores y de derechas. Y así continúa ocurriendo hasta la actualidad.
También es cierto que los comicios europeos son vistos por la población como algo distante, de ahí la baja participación, algo que ocurre no sólo en nuestro país, sino que es una tendencia general en todos los países de la UE. Y es constatable, además, el que muchos votantes depositan el voto más que pensando en el interés como ciudadano europeo en el hecho de premiar o castigar al que está gobernando en el país o comunidad autonóma, olvidando la importancia que posee en el devenir diario la legislación europea, que impregna tantas decisiones que se llevan a cabo en la política nacional y autonómica.
Ese ascenso de la extrema derecha, que a nivel general se ha experimentado en así todos los países de la UE, merece también una reflexión. La gestión de la inmigración, la pérdida de bienestar de las generaciones más jóvenes, la inundación de bulos en las redes comunicativas, el pensar sólo en el hoy pero no en el mañana, entre otras circunstancias, es seguro que está entre las causas. Sin embargo, ya tenemos en la vieja Europa experiencias del pasado que sabemos lo que conlleva la exacerbación del nacionalismo y el hermetismo entre fronteras. Por tanto, abramos las mentes y consideremos algo más eso de qué hay de lo mío.
Han sido muchos los pueblos del Nordeste en los que la extrema derecha ha obtenido unos resultados muy superiores a la media nacional. Nuestros problemas, en especial el de la despoblación, no debieran servirnos para mirar en exclusiva al pasado en la búsqueda de soluciones. El devenir de los tiempos exige medidas ingeniosas, soluciones conjuntas en el ámbito comarcal; pero sobre todo mentes abiertas en las que las decisiones deben ser ejecutadas tras escuchar a todos los afectados. El tiempo de los caudillos es mejor ya dejarlo en el pasado.
Un debate que debemos suscitar es si las plataformas amparadas en el fenómeno de la despoblación han acertado al concurrir a las pasadas elecciones europeas. La España Vaciada existe, y reivindicar poner la vista institucional en esta realidad es incuestionable; pero se ha demostrado que en el ámbito local, e incluso autonómico, el votante percibe la inmediatez, la necesidad. Cuando se extrapola el fenómeno al votante en elecciones de ámbitos superiores parece como si se diluyera. Es ahí donde los partidos de ámbito nacional arañan votos en este caladero que es la España Vaciada.