La opinión de nuestros lectores
La OCDE no ha pasado un invierno en el Nordeste
Patricia Diez es profesional de la comunicación, vecina de Cerezo de Abajo y madre de dos niños
Hay una propuesta de la OCDE para “optimizar recursos” en Castilla y León entre cuyas propuestas “estrella” está la fusión de escuelas rurales próximas. Lo resumían así: juntar aulas pequeñas, concentrar alumnado, reducir dispersión... En otras palabras: volver al viejo mantra de cerrar escuelas, aunque no lo llamen así.
Como madre de dos niños escolarizados en un aula rural del Nordeste de Segovia — aula que hace solo unos años iba a quedarse con 3 alumnos y hoy tiene 19— me pregunto en qué mapa trabaja la OCDE. Desde luego no es el nuestro. Porque, si lo fuera, verían que estas escuelas no son un capricho ni una excepción costosa: son el corazón del territorio y, a menudo, la única razón por la que un pueblo sigue vivo.
Un aula que revive un pueblo no es un gasto
Cuando mis hijos empezaron, aquella aula con pocos peques ya nos parecía un tesoro. Una escuela viva es un pueblo que respira. Sin embargo, en vez de recibir apoyo, la sensación permanente al ver estos informes es que esas aulas se consideran un problema: demasiado pequeñas, demasiado caras, demasiado rurales.
Y entonces ocurrió lo que parece que algunos no esperaban: empezaron a llegar niños. Familias nuevas. Bebés que aún no figuraban en las estadísticas. Gente que buscaba lo que ninguna “optimización de recursos” puede ofrecer: comunidad, cercanía, seguridad, infancia sencilla...
En pocos años estas aulas han pasado de 4 a 19. No por milagro, sino porque cuando hay escuela, hay futuro. Pero si hubieran aplicado antes esa lógica de “fusionar centros próximos”, hoy no estaríamos celebrando crecimiento: estaríamos hablando de abandono. Hoy mi familia no estaría aquí.
Mientras la OCDE propone fusiones, lo más preocupante es que este tipo de debates acaban colocando el foco donde no toca: en ver los centros de educación rural como compartimentos estancos que compiten por recursos. Esa mirada solo genera la sensación de que, si un aula rural funciona, es a costa comerse recursos del CRA; o que si un CRA está saturado, la culpa es de que tienen un aula rural en otro pueblo.
Es una idea profundamente injusta. Ni las aulas pequeñas tienen culpa de existir, ni los CRAs tienen culpa de estar saturados o faltos de personal, ni los pueblos tienen culpa de que no exista una planificación educativa coherente.
Esa falsa dicotomía —este centro recibe, este otro pierde; este necesita PT, este se reorganiza; este crece, este se queda corto— solo sirve para desviar la atención del verdadero problema: los recortes, la falta de inversión y la ausencia de una estrategia educativa clara para el medio rural.
- Si quieres que haya niños, tienes que poner medios.
- Si quieres que haya escuela, tienes que sostenerla.
- Si quieres igualdad, tienes que garantizarla, no enfrentar a la comunidad entre sí.
La “eficiencia” medida desde un despacho siempre sale cara
El lenguaje tecnocrático es peligroso: “Optimizar recursos”, “fusiones”, “racionalización” … Parece neutro, pero tiene consecuencias muy reales.
La OCDE no habla de:
- niños de 3 o 4 años subiendo a un autobús a las 8:00,
- carreteras con hielo en febrero,
- familias que no pueden conciliar si la escuela se va a 20 km,
- pueblos que se apagan porque ya no se oye un solo recreo,
- futuros que se encogen porque se eliminan servicios básicos.
No hablan de nada de eso porque no entra en ningún Excel.
Pero aquí lo vivimos a diario, en la comarca sabemos que cuando se cierra una escuela, aunque sea por la puerta de atrás, el coste real no se ve hasta años después:
Cuando ya no llega ninguna familia nueva, cuando el consultorio abre solo una vez al mes, cuando las tiendas o bares echan el cierre, cuando te preguntas dónde quedó la vida.
Y mientras tanto, la OCDE también habla de vivienda… pero no lo conecta con la realidad
Lo más sorprendente es que el mismo informe reconoce —con datos contundentes— que el verdadero problema no es que haya pocas escuelas o pocos niños: es que no hay viviendas disponibles para quienes sí quieren venir.
El informe dice que el 43% de las viviendas de Castilla y León son segundas residencias, que hay miles de casas vacías o en ruina, que falta oferta de alquiler y que incluso en zonas despobladas los precios siguen siendo altos. Y aun así, en lugar de preguntarse por qué mis vecinos no encuentran casa para alquilar, o por qué un maestro no puede instalarse en el pueblo, la OCDE decide que el problema está en… las aulas de tres niños.
Perdón, pero no: sin vivienda no hay familias. Sin familias no hay niños. Sin niños no hay escuela.
Es imposible fijar población si no se puede vivir aquí. Y eso no se arregla cerrando centros, sino con políticas de vivienda reales: rehabilitación, alquiler asequible, movilización de viviendas vacías, incentivos para quienes quieren quedarse y para quienes quieren venir.
Los CRAs funcionan.
Las aulas pequeñas funcionan.
La convivencia interedades funciona.
La personalización funciona.
Y lo sé porque lo veo cada día en mis hijos y en sus compañeros.
¿Que hay que reforzar recursos? Sí.
¿Que faltan PTs, orientadores, clases de inglés, apoyos…? También.
¿Que hace falta planificación supramunicipal y no parches de año en año? Por supuesto.
Pero no hace falta cerrar nada.
Hace falta creer en lo que ya funciona y cuidarlo.
Un mensaje para la OCDE (y para quienes la escuchan)
Parece que la OCDE no sabe que en muchos pueblos de Castilla y León no faltan niños: faltan casas donde puedan vivir.
Parece que no sabe que la gente quiere venir, pero no encuentra vivienda ni alquiler.
Parece que no sabe que sin escuela no hay población, pero sin población no hay escuela.
Y parece, en definitiva, que no saben —porque no han estado aquí— que las escuelas rurales no son un lujo: son una inversión en vida, en cohesión y en futuro.
Las escuelas hacen crecer el censo.
Si de verdad quieren optimizar algo, que empiecen por lo que pide hasta su propio informe:
movilizar viviendas vacías,
frenar la especulación,
facilitar alquiler accesible,
invertir en rehabilitación,
y garantizar servicios públicos que permitan que una familia pueda quedarse.
Mientras tanto, desde aquí seguiremos defendiendo la escuela rural.
Porque nuestros pueblos ya han pagado demasiadas veces las decisiones de gente que nunca vivió aquí y que nunca tuvo que subir a un autobús a las ocho de la mañana a un niño de tres años.