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La opinión de nuestros lectores

Además del tren de Madrid-Burgos, el Rápido, había líneas de autocares 

:: VÍCTOR ÁGUEDA 

(ALCONADILLA)


            En el Nordeste de diciembre del pasado año se comunicaba esta noticia: "El nuevo estudio para la reapertura del Directo no estará hasta 2025. ADIF encarga por 314.575 euros el nuevo documento de viabilidad. La empresa que ha ganado este concurso es TRN Taryet, filial del grupo belga TPF. Durante 18 meses analizará si resulta factible reabrir la línea para mercancía y viajeros".

Sí, todos conocemos aquellos acontecimientos sobre la vía del tren Madrid-Burgos- Hendaya: El 4 de julio de 1968 se inauguró la línea del ferrocarril Madrid-Aranda-Burgos, cuando un tren Talgo protagonizó el viaje inaugural entre Madrid-Chamartín y Burgos. Se conocía como el tren Directo porque era la línea más recta para conectar Bilbao con la capital de España y con el Sur. Sin embargo, su historia se truncó en marzo de 2011 cuando un desprendimiento dejó atrapada una bateadora que realizaba labores de mantenimiento y supuso el cierre del tramo que hasta entonces unía Aranda de Duero y Madrid

También coincidimos todos en la conveniencia de que se reabra de nuevo la vía. Este medio de transporte daría pie a la posibilidad de que hubiera más vecinos en los pueblos y más gente emprendedora, con ganas de invertir y de hacer más cosas. Facilitaría el turismo rural, los jubilados irían con más facilidad a los pueblos y habría taxis en las poblaciones importantes para facilitar los enlaces. Se evitarían muchas caravanas de regreso en los fines de semana y todo lo que ello conlleva: tiempo, ahorro, contaminación etc.… 

Pero, por aquel entonces, antes de ponerse en funcionamiento el tren, había líneas de autocares que daban servicio a muchos pueblos, pueblos que, además, quedaban lejos de las estaciones y apeaderos del tren, por ello estas líneas continuaron aún después del cierre de la vía de Madrid-Burgos-Hendaya. Traigo a colación tres famosas líneas de autocares: Languilla-Madrid, Riaza-Aranda y Grado del Pico-Segovia. Bueno, podemos hacer referencia a una cuarta línea, la Sepulvedana, Segovia-Madrid, por San Rafael, un recorrido más distante del entorno de la vía del tren. Benedicto, hijo del  tío Roque, fundó la Sepulvedana y Florencio, hermano de Benedicto, fundó La Rápida.

Riaza-Aranda, la Riazana, tenía dos recorridos: Riaza, Fresno de Cantespino, Campo de San Pedro, Fuentemizarra, Valdevarnés, Linares del Arroyo, Maderuelo y Aranda de Duero. Y la otra línea era Riaza, Riahulas, Riaguas de San Bartolomé, Alconada, Aldealengua, Alconadilla y Maderuelo. En Maderudelo confluían las dos líneas y continuaba una sola hasta Aranda de Duero. 

Languilla-Madrid, la Rápida, que en principio salía de Linares del Arroyo. La salida de la línea desde Linares estaba al lado de la famosa fuente de Los Aguachines, que, se decía, era de agua medicinal. Pero cuando Linares quedó bajo las aguas del pantano, comenzó a salir la línea provisionalmente de Maderuelo y posteriormente se normalizó el trazado definitivo desde Languilla. En Sepúlveda se bifurcaba la línea, un autocar iba a Madrid y el otro para Segovia. Pero en los primeros años se hacía la bifurcación en Torrecaballeros. 

Grado del Pico-Segovia, la Serrana; partía de Grado del Pico e iba pasando por todos los pueblos hasta llegar a Ayllón: Santibáñez, Estebanvela y Francos. Luego se dirigía a Riaza, pasando igualmente por los pueblos que hay antes de llegar a Riaza, y, finalmente, el autocar terminaba en Segovia. 

Algunas características de estas líneas de autocares.

 A la Riazana la llamábamos familiarmente en mi pueblo la arandina. La gente decía: "el coche de Aranda que pita más que anda", pero, claro, no se podía pedir más a aquellos autocares de entonces y por aquellas carreteras de piedra y tierra - a veces se veía antes el rastro de la polvareda que el ruido de los motores -. Además, iban cargados hasta los topes. Y no me refiero solo a la cantidad de pasajeros, sino también a los accesorios que transportaban. Los vecinos de aquella época recordarán con seguridad a Crescencio, que fue el conductor de la Riazana durante muchos años; y, cómo no, a León, el cobrador de la Rápida.

Pero la característica más peculiar y más significativa de aquellos autocares era que en la parte de atrás los coches tenían una escalera que subía a la baca del autocar, y en dicho espacio cabía toda clase de bultos, desde maletas y herramientas hasta banastas de pescado; quien no recuerda a los Hermanos Mellizo de Maderuelo y al Sierra de Aldealengua. Así que el cobrador, que era quien subía arriba los bultos, y que para ello a veces se ayudaba de la alguna escalera adicional que se colocaba por algún lado del autocar para facilitar el acarreo, se las veía y se las deseaba para acomodar todo aquel amasijo de encargos, que iba sujetando con maromas para que, en los continuos vaivenes y baches, que había muchos, no se perdiera nada por el camino. Había que entender, por tanto, el cansancio y, a veces, el mal talante, siempre momentáneo, de los cobradores. 

Con la inauguración del pantano de Linares hubo que reestructurar la carretera que continuaba a Aranda de Duero. Recuerdan los vecinos de Alconadilla que en el trabajo del ensanche de la carretera trabajaron cuadrillas de burreros; dos de esas cuadrillas, con diez burros cada una y sus respectivos serones, se instalaron por varios años en Alconadilla, Una estaba instalada en la casa del tío Anacleto y la otra en la casa donde ahora vive Carlos Luengo. El trabajo de estas cuadrillas lo coordinaba el tío Mariano y su mujer, Matea, que vivían  en las dos casas que hay al fondo del callejón, que divide las casas de María Jesús y Luis y la de Carmen y Pablo. Las cuadrillas de burreros se dedicaban a empedrar la carretera, llevaban las piedras en los serones de las albardas que portaban los burros, piedras que iban recogiendo por las laderas, así como también guijarros de los ríos, y los iban partiendo y acomodando en la carretera con unos martillos llamados "porrillos", que eran unas grandes mazas de hierro con un mango largo.

Concluyendo. Como escribió Hannah Arendt, «el pasado no lleva hacia atrás, sino que impulsa hacia delante y, en contra de lo que se podría esperar, es el futuro el que nos conduce hacia el pasado». Ahí tenemos, aún hay muchos tramos por la Península Ibérica de las calzadas romanas, que fueron uno de los pilares fundamentales de la infraestructura romana que posibilitó el comercio a lo largo y ancho del imperio, así como el traslado continuo de vecinos y ciudadanos. Por ello, es preciso que la Administración canalice el proceso de recuperación de la vía Madrid-Burgos. En definitiva, es necesario facilitar las comunicaciones entre las poblaciones de esta comarca para motivar una nueva repoblación de la "Extremadura castellana".