La opinión de nuestros lectores
Discriminación en la Iglesia: un Paso Atrás en la Segovia del Siglo XXI
La negativa a dar la comunión a feligreses por su orientación sexual en dos parroquias segovianas representa una preocupante señal de intolerancia que requiere una respuesta institucional inmediata
La reciente respuesta del Obispado de Segovia, lejos de calmar las aguas, ha intensificado el debate al defender la actuación del párroco bajo el argumento de la "normativa de la Iglesia universal". El intento de equiparar las uniones homosexuales con parejas heterosexuales no casadas resulta, cuando menos, un ejercicio de falsa equivalencia que elude el verdadero núcleo del problema: la discriminación específica hacia las personas LGTBI+.
Cuando el Obispado habla de "condiciones objetivas de moralidad" y del "carácter sagrado de la Eucaristía", parece olvidar que la verdadera sacralidad reside en la dignidad de todas las personas, independientemente de su orientación sexual o estado civil. La argumentación de que no se trata de homofobia porque la negativa no se basa en la "condición homosexual" sino en el "modo matrimonial" resulta un ejercicio de malabarismo semántico que no resiste un análisis serio.
La decisión del párroco, ahora explícitamente respaldada por el Obispado, de negar la participación en la eucaristía a personas por el mero hecho de estar casadas con individuos del mismo sexo, no solo constituye un acto discriminatorio moralmente reprobable, sino que además podría rozar los límites de la legalidad en un país donde los delitos de odio por orientación sexual están tipificados en el código penal.
Resulta especialmente preocupante que el Obispado invoque la libertad religiosa para defender prácticas discriminatorias. La libertad religiosa, garantizada por nuestra Constitución, no puede ser un escudo tras el que esconder la vulneración de otros derechos fundamentales. El argumento de la "inadmisible injerencia en asuntos propios de la Iglesia" olvida que estamos ante una cuestión de derechos humanos que trasciende el ámbito puramente eclesiástico.
Es especialmente doloroso que esta discriminación afecte a personas como Mario Calvo, José María López y Rubén García, ciudadanos respetados en sus comunidades. La sugerencia del Obispado de que pueden "seguir participando en la vida de la comunidad" sin acceder a la comunión suena más a segregación que a inclusión.
Una oportunidad para el cambio
La llegada del nuevo obispo de Segovia, D. Jesús Vidal Chamorro, representa una oportunidad única para reconsiderar esta postura. Como líder espiritual de la diócesis, tiene en sus manos la responsabilidad de garantizar que la Iglesia segoviana sea un espacio de acogida para todos los creyentes. La fe no debe ser un instrumento de exclusión, sino un puente de unión entre las personas.
Es momento de que todas las fuerzas políticas y sociales de Segovia se unan en la defensa de la dignidad y los derechos de todos los ciudadanos. La petición del Obispado de que el PSOE se retracte de sus declaraciones solo evidencia la necesidad de un diálogo más profundo y sincero sobre esta cuestión.
El mensaje es claro: la Segovia del siglo XXI no puede permitir que el odio y la discriminación encuentren cobijo en sus instituciones, sean estas civiles o religiosas. La diversidad nos enriquece como sociedad, y la inclusión debe ser el principio rector de todas nuestras instituciones.
La historia juzgará si supimos estar a la altura de las circunstancias en la defensa de la dignidad humana. Que no se diga que Segovia permitió que el prejuicio y la discriminación prevalecieran sobre el amor y la aceptación que predica el mensaje cristiano. Las explicaciones del Obispado, lejos de justificar lo sucedido, reafirman la urgente necesidad de un cambio profundo en la manera en que la Iglesia se relaciona con la diversidad sexual en nuestra sociedad.
Rosa Matias es periodista y vive en Cerezo de Abajo
