
La opinión de nuestros lectores
Vivienda rural, un problema real
El diagnóstico está más que claro: tenemos un problema gordo con la vivienda en nuestros pueblos. Y no, no vale seguir mirando para otro lado mientras nuestros jóvenes hacen las maletas y las casas se caen a pedazos.
Un reciente estudio sobre Tierras Sorianas del Cid pone el dedo en la llaga: casi la mitad de las casas están cerradas la mayor parte del año, hay más de 760 en ruinas y los precios se han disparado tanto que vivir en el pueblo se ha convertido en misión imposible para muchos. ¿Alguien puede explicar cómo es posible que tengamos casas vacías por un lado y gente desesperada buscando donde vivir por otro?
La vivienda no es un lujo, es un derecho
Vamos a ser claros: tener un techo digno no puede ser un privilegio reservado para unos pocos. Mientras los políticos se llenan la boca hablando de la España vaciada, nuestros pueblos se están muriendo por la falta de viviendas asequibles. Y no, no nos vale que nos digan que no hay solución. El territorio tiene todo lo necesario para prosperar: buena ubicación, empresas que generan empleo, un patrimonio envidiable... Pero ¿de qué sirve todo esto si la gente no tiene donde vivir? Los jóvenes se van porque no pueden pagar los precios desorbitados que se piden en las cabeceras comarcales. Y en los pueblos pequeños, muchas casas están abandonadas mientras sus dueños ni las venden ni las arreglan.
O innovamos o nos hundimos
La propuesta de crear una Empresa Supermunicipal de Vivienda suena bien, pero hay que ir más allá. Necesitamos soluciones valientes y dejar de poner parches. ¿Por qué no convertimos las miles de casas vacías en viviendas sociales? ¿Por qué no facilitamos que los jóvenes puedan rehabilitar casas abandonadas? Los fondos europeos del Plan de Recuperación son una oportunidad única, pero hay que saber aprovecharlos. No podemos permitir que se queden en cuatro arreglos cosméticos. Necesitamos una transformación radical que ponga la vivienda al servicio de la gente. La idea de crear un Campus de formación en rehabilitación sostenible es exactamente el tipo de propuestas que necesitamos: genera empleo, aprovecha recursos locales y mira al futuro. Y si además lo combinamos con la economía circular y la gestión inteligente de residuos, podríamos convertir nuestro territorio en un referente nacional.
O nos movemos ya o no habrá vuelta atrás.
Los números cantan: si no hacemos algo pronto, nuestros pueblos se quedarán sin gente joven. Ya apenas hay relevo generacional y los pocos jóvenes que quedan están haciendo las maletas. Pero ojo, que no todo son malas noticias: hay más de 1.460 trabajadores temporales que necesitan vivienda y cada vez más gente de ciudad interesada en venirse al pueblo. El problema es que no basta con que la gente quiera venir: tienen que poder hacerlo. Y ahí es donde la vivienda se convierte en la madre de todas las batallas. Experiencias como el programa Rehabitare demuestran que cuando se ponen medios, las cosas funcionan. Pero hace falta más, mucho más. Las diez propuestas que plantea el estudio son un buen punto de partida: desde hacer un censo real de casas en ruina hasta crear una plataforma digital que conecte oferta y demanda. Pero sobre todo, hace falta voluntad política y que nos tomemos esto en serio de una vez. Porque aquí no estamos hablando solo de ladrillos y cemento: estamos hablando del futuro de nuestros pueblos. Y sí, aún estamos a tiempo de cambiar las cosas, pero hay que actuar ya. La vivienda puede y debe ser la palanca que frene la despoblación, pero para eso hay que mojarse. O nos ponemos las pilas ya o dentro de unos años solo quedarán casas vacías y pueblos fantasma. Y eso, señores, será responsabilidad de todos.
Esteve Puigpinós, vecino de Cerezo de Abajo
