Nuestros pueblos
La fiesta de El Diablillo en Sepúlveda
Esta es una escena que se puede ver cualquier 23 de agosto, a la diez de la noche, en Sepúlveda. La Plaza de España permanece totalmente a oscuras. Una multitud se arremolina en los alrededores de la iglesia de San Bartolomé. El vociferante público, mayoritariamente juvenil, reclama la presencia del protagonista del rito. Es la hora del diablillo. En realidad, no se trata de un único diablillo. Son seis o siete, que se van turnando en su misión. Son personajes inconfundibles. Van vestidos de rojo, portan escoba y llevan adheridas a ambos lados de la cabeza sendas pequeñas linternas para alumbrar su paso entre la multitud. A cada diablillo le acompañan dos escoltas o diablillos menores, vestidos de calle o de negro. Por fin llega el momento más esperado. Puntual a su anual cita, el diablillo surge tras una gran hoguera –encendida un rato antes– y aparece en lo alto de la escalinata de San Bartolomé. Desde la Plaza de España, la multitud lo ve, así como a sus dos escoltas, situados a derecha e izquierda. Bajan veloces, zigzagueando los veintiséis peldaños, hasta encararse con los presentes. Escobazo va, escobazo viene, el gentío intenta escabullir los golpes. Carreras anárquicas, sin rumbo fijo, y juerga, mucha juerga. Sepúlveda entera celebra San Bartolomé.
Normalmente, los diablillos salen de dos en dos (con sus correspondientes escoltas). Dan una rápida vuelta por la Plaza de España, intentando sorprender a los presentes, y regresan exhaustos tras la carrera, a descansar un rato. En ese momento, otros diablillos toman su relevo… Una vez que concluye el rito, tras media hora más o menos, se vuelve a encender el alumbrado público, y es entonces cuando se comienza a repartir limonada gratis.
Esta fiesta está basada en una leyenda sobre San Bartolomé, que cuenta que, estando predicando en la India, el apóstol fue mandado llamar por Polimio, un poderoso rey, que tenía una hija endemoniada. Una vez en la corte, el santo contempló que tenían a la enferma atada con cadenas porque atacaba a mordiscos a cuantos se acercaban a ella. San Bartolomé mandó entonces que libraran a la princesa de las ataduras. Los criados del rey no se atrevían a desatarla, pero el santo insistió: Haced lo que os mando; no tengáis miedo; no os morderá, porque ya tengo yo bien atado al demonio que la domina. Los criados desataron a la joven, y ésta, en aquel mismo instante, quedó totalmente curada.
Entre todas las interpretaciones que se han dado al diablillo, merece la pena destacar la del periodista y estudioso del folklore segoviano, Carlos Blanco, quien tras escribir que hay quien, empujado por la antigüedad que se supone a la fiesta, la relaciona con algún sangriento recuerdo histórico de la época en que la villa pasaba de manos cristianas a musulmanas o viceversa. Alguna degollina o saqueo protagonizado por las huestes de Almanzor, continúa diciendo que lo que parece más probable es que la fiesta no sea más que una representación plástica de la imagen del apóstol que veneran en el templo parroquial, donde aparece San Bartolomé sobre un pedestal sujetando con cadenas a un diablo con cola retorcida vestido de rojo. Efectivamente, en el altar principal de la iglesia de San Bartolomé se sitúa una imagen barroca, representando al santo en pie, con un cuchillo en la mano –símbolo de su martirio– y, encadenado a él, un cuerpo de hombre, con cuernos en la frente y cola de serpiente.
En la última década del siglo XX comenzó a plantearse la posibilidad de solicitar la declaración de la fiesta del diablillo como de interés turístico o cultural. Sin embargo, y a pesar de que tal anuncio se hizo a la prensa local tanto en 1993, como en 1999, nunca llegó a conseguirse tal objetivo. En tal hecho pudo influir la dificultad de acreditar la antigüedad del rito, ya que al ser popular y no depender su realización de autoridad alguna no se han hallado –hasta la fecha– documentos que atestigüen la fecha de su origen.
Lo cierto es que esta fiesta popular ha encontrado apoyo en todas las asociaciones culturales sepulvedanas, en sus instituciones y entre sus vecinos, que comenzaron una lucha por su ratificación cultural por la Diputación, objetivo que se consiguió el 22 de febrero de 2018, declarando esta fiesta como “Manifestación Tradicional de Interés Cultural Provincial”, con el informe favorable del Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana. Y fruto de esta iniciativa fue la publicación de este libro, en donde se recoge toda la historia de la fiesta de El Diablillo, para deleite de los sepulvedanos y de todos los segovianos amantes de su cultura popular.
(Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana Manuel González Herrero, Fiesta de El Diablillo en Sepúlveda, Segovia, 2019, 56 páginas con fotos; Depósito Legal: SG 149/2019).