
Reportajes
Yo sí sé quién es
Era aquel señor que se encuentra con un amigo y le pregunta que dónde iba, que qué hacía todos los días. Le contó lo que fuera y le dijo que todos los días iba a ver a su mujer a la residencia, que tenía Alzheimer. El señor le dijo que por qué iba todos los días, vaya forma de perder el tiempo, si no sabía quién era, no le conocía; a lo que él respondió: es verdad, no sabe quién soy, y no sabe si voy o no voy, no se acuerda de nada. Pero yo sí que sé quién es ella. Por eso voy.
El vivir más, como ocurre en nuestro mundo desarrollado, trae consigo enfermedades mentales, deterioro cognitivo tipo demencia senil y tipo Alzheimer. Personas que pueden estar bien o mal físicamente, pero la enfermedad afecta al cerebro, que empieza por no recordar cosas sencillas y puede llegar a límites de no conocer a las personas más cercanas y queridas.
Seguro que casi todos conocemos a personas que sufren esta enfermedad, familiares, amigos o conocidos. Se pierde instinto, se pierden posturas, puede llegar uno a ser agresivo, etc. Hay muchos tipos y situaciones, no hay patrones ni tiempos, a cada persona le afecta de una forma distinta y lleva su propio ritmo.
Y no hay medicación que lo cure. Es verdad que hay medicación que calma, a veces retrasa que la enfermedad avance, también depende de cada cuerpo y cada persona. Otras veces no hace nada.
Y la forma de cuidar a estas personas también ocurre de distintas maneras: en casa, con cuidador familiar y no formal, con ayuda a domicilio, contratando alguna persona interna o en un centro, bien de día, noche o residencial. Como ocurre con toda las personas que son dependientes. La persona o personas responsables de la persona enferma buscarán la mejor forma de cuidar.
Esto es una realidad y nada podemos hacer al respecto, más que invertir en investigación y esperar que descubran los especialistas medicamentos o formas de curar. Mientras tanto sólo nos queda cuidar.
Nos preocupan en este momento las reacciones de los cuidadores principales ante la enfermedad. No es fácil ser cuidador en estas situaciones. El cuidador pasa por una serie de fases que puede que no aparezcan en todos los cuidadores ni en ningún orden determinado. Una de las fases es la de perplejidad, no saber por dónde vienen los tiros. Sobre todo al principio puedes pensar que la persona enferma hace las cosas porque quiere, o para hacer daño, no entiendes qué pasa. Otra fase es la de impotencia, no saber cómo reaccionar ante tal situación.
Otra fase es la de resignación y aceptación de la enfermedad. Es importante, se dé en el lugar que se dé. Sería mejor que se diera cuanto antes, ya que eso lleva a tratar a la persona enferma de mejor manera, puedes comprender lo que le pasa y llegas a comprender que hay actuaciones que no entiendes, pero que es la enfermedad la que las lleva a cabo. Fase de cansancio y soledad.
El cuidador principal es fácil que llegue a esta fase. Cuidar 24/7, como se dice ahora (24 horas y siete días a la semana), es muy cansado y llega a sentirse solo en esta tarea, con sentimientos de no saber si puedes con la tarea o, incluso, algo depresivos. Y, finalmente, fase de vacío y liberación cuando la persona fallece.
Pero ¿cuál es la reacción de los demás ante estas personas? Podemos cuidar de muchas formas, en casa o en centros. Pero lo importante es las reacciones ante la enfermedad. Reacción de aquellos que pasan y se olvidan, aquellos que dicen que para qué va a ir si ni te conoce ni te ve, o la reacción de aquellos que no abandonan a la persona enferma y que están al pie del cañón, cada día o siempre que pueden, no olvidando, amando, estando siempre al lado de la persona querida.
Ésa debe ser la actitud, “yo sí sé quién es”, eso, aunque no lo parezca, ayuda mucho a la persona enferma y, sobre todo, es dónde se demuestra el cariño que se tiene.
