Colaboraciones
Regar sin agua
El agua es un elemento fundamental para la vida, la nuestra y la de todos los seres vivos con los que compartimos el planeta. Un recurso imprescindible en el que solo reparamos cuando hay sequías como la que, de manera crónica, sufre nuestra Península. Sin embargo, el problema es mucho más profundo que la falta de lluvias en momentos concretos. En la ecuación del agua, cuenta tanto o más lo que consumimos que lo que llueve. Y ahora gastamos mucho más de lo que llueve consumiendo las aguas subterráneas a un ritmo nada sostenible. El uso de agua dulce en el mundo es de 3.853 km³/año y solo el 9% proviene del caudal fluvial del planeta, el resto lo sacamos del subsuelo. Estamos consumiendo mayoritariamente un agua que se repone a una velocidad significativamente menor que la tasa a la que la extraemos.
En los últimos cien años el uso de agua se ha multiplicado por 4,5, un aumento mayor que el de la población mundial, 4,2. Es decir, el consumo per cápita sigue subiendo por lo que nos estamos hipotecando en materia hídrica. Tres cuartas partes del agua que se extrae de pozos, ríos y lagos van destinadas a regar campos de cultivo, la mayor parte de las ocasiones, de forma poco eficaz. Ejemplos como el del mar de Aral, un lago cuya extensión, equivalente al tamaño de Andalucía, quedó reducida a menos de un 10% cuando se decidió usar su agua para la producción agrícola intensiva, deberían hacernos pensar. La situación de los Parques Nacionales de Doñana o Las Tablas de Daimiel demuestra que no lo estamos haciendo y que no hay conciencia de los problemas que genera el uso del agua. España ha pasado de contar a principios del siglo XX con humedales que cubrían unas 300.000 hectáreas a 120.000 en la actualidad.
Desde los años 70, España se ha embarcado en un turismo insostenible y muy costoso en agua, y en unos cultivos de regadío que dispara beneficios inmediatos, pero nos endeudan a todos. La superficie de regadío se viene incrementando de forma dramática años tras año. Por otro lado, en zonas de secano se instalan cada vez más macrogranjas lo cual contamina los acuíferos con el exceso de purines. Cataluña, al hacer un inventario reciente se ha encontrado no solo con que sus reservas de agua subterránea están casi al 50% sino que además una buena parte está contaminada y no es apta para el consumo humano.
Lamentablemente, la situación del agua en España, lejos de dar paso al análisis y a la búsqueda de soluciones, se ha convertido en un ingrediente de las falsas promesas electorales, contribuyendo a un enfrentamiento entre políticos y entre regiones que no aporta soluciones. Paliar la falta de agua es posible con políticas que se apoyen en el conocimiento científico, pero las medidas siguen demorándose al mismo ritmo que disminuye el agua disponible. El cambio climático, la sobreexplotación o el aumento de la población mundial, plantean grandes desafíos para la gestión sostenible de los recursos hídricos, por eso una gestión alejada de medidas populistas es más necesaria que nunca ¿A qué esperamos para implementarla?