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Desarrollo rural

La inteligencia artificial y el cuidado de nuestros mayores

Desde hace un año cada vez se habla más de la inteligencia artificial (IA) y de los enormes avances que se están produciendo. Muchos expertos ven en ella grandes posibilidades para el cuidado de las personas mayores y paliar la soledad no deseada, aunque nunca podrá sustituir al contacto humano. En realidad hace ya mucho tiempo que se vienen utilizando todo tipo de dispositivos y aplicaciones que ayudan a la vida cotidiana de las personas mayores (¡y no solo mayores!). Así, por ejemplo, los diferentes asistentes virtuales que casi todos tienen en sus teléfonos móviles (asistente de Google, Alexa, Bixby, Siri), pueden, entre otras muchísimas cosas, recordarnos verbalmente o con una alarma que tenemos que tomarnos una medicación.

También existen aplicaciones para móvil como Life 360, que sirven para rastrear a un usuario en cualquier momento; muchos padres lo usan para tener localizados a sus hijos pero también es muy útil para personas mayores con demencia incipiente; evidentemente se necesita el permiso de la persona para utilizarla. Así mismo existen aplicaciones que proponen multitud de actividades de estimulación psicocognitiva (lo que todo el mundo suele conocer como “ejercicios de memoria”, pero que en realidad son mucho más), como Skillz, Clockwork, Lumosity, Smart o Neuronation.


La soledad no deseada, por otra parte, es un problema que, sin ser nuevo, sí que se ha puesto sobre la mesa con fuerza. Hay ya numerosos estudios que evidencian su impacto sobre la salud, tanto la mental como la física; así, por ejemplo, casi un 40 % de las personas que se encuentran en situación de soledad no deseada sufren de fuerte depresión y ansiedad; y un 12 % padecen diabetes. En términos generales se considera que este tipo de soledad comporta un aumento del riesgo de mortalidad (alrededor de un 30 %) equiparable al del tabaquismo, la mala dieta o la falta de ejercicio.


En el mundo rural más despoblado esos efectos negativos se agudizan por dos motivos: en primer lugar porque el aislamiento físico y la falta de vecinos resta opciones de combatirla, y en segundo lugar porque en algunas personas mayores aún se mantiene con fuerza la idea tradicional de una solidaridad orgánica por parte de familiares y vecinos, lo que les lleva a aceptar con mucha dificultad que los cambios producidos en la sociedad les obligue a pedir ayuda externa, y aún menos de carácter tecnológico.


Todos los expertos reconocen que, efectivamente, jamás un dispositivo tecnológico podrá sustituir la necesidad antropológica de relaciones sociales y cuidados, pero puede ser un paliativo con mucho potencial gracias al desarrollo acelerado de la inteligencia artificial. Así, por ejemplo, los ya mencionados asistentes virtuales como Alexa o Siri son ya mucho más que tecnologías que nos cuentan el parte meteorológico, que llaman por teléfono con una simple orden verbal o que pueden leernos un libro. Actualmente, son capaces de interactuar con nosotros, es decir, de mantener una conversación ajustada a nuestros intereses, ajuste que se irá afinando según se vayan acumulando las interactuaciones con ella; por eso se llama inteligencia artificial, porque va “aprendiendo”.


Muchos de estos asistentes “inteligentes” son de pago (Alexa es un ejemplo de ello) pero también están surgiendo aplicaciones gratuitas fruto de proyectos de investigación pública o privada. Un ejemplo es Celia (celiatecuida.com), resultado de la colaboración entre la Xunta de Galicia y el centro de investigación Atlanttic de la Universidad de Vigo.


Muchas son las posibilidades y muchas más (y más sofisticadas) las que surgirán en los próximos meses. Mientras la sociedad no sea capaz de articular de forma intensa y masiva redes que nos conecten socialmente (espacios de reunión y ocio, actividades grupales…), todos estos avances tecnológicos serán una opción realista de mitigar la soledad no deseada.