
Desarrollo rural
Pastores, un tesoro ambiental y social en extinción
:: XIOMARA CANTERA
La carretera nacional 110 une las poblaciones de Soria y Plasencia, cruzando varias zonas con densidades de población extremadamente bajas. Muchos de quienes la transitan los fines de semana van por la zona para comer cordero y cada día, tras una curva cerrada, alguno de los vehículos se topa con alguno de los rebaños de ovejas que cruza por el paso de ganado de la carretera a la altura Saldaña de Ayllón, en Segovia.
Muchos de quienes se ven obligados a frenar se indignan ante un obstáculo en la carretera que parece traído de otros tiempos u otros lugares. Como la mayoría, desconocen lo que hay detrás de una de las comidas más características de la Península. Y es que miles de personas disfrutan cada año degustando asados y chuletas de cordero lechal en elegantes asadores, mesones castellanos o celebraciones familiares. Una tradición en la que la cantidad de carne ha ido menguando a la vez que aumentaba su precio.
Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el precio de la venta al por mayor de la canal de cordero de hasta 19 kilos pasó de 663 a 844 €/100 kg entre 2020 y 2023, un aumento que no se ha visto reflejado en la prosperidad de los pequeños productores.
Hace años que tenían que haber hecho un paso de ganado como Dios manda, pero no se acuerdan de nosotros más que para votar. Bueno, somos tan pocos que ni siquiera se acuerdan para eso, comenta con sorna Luis Alonso Moreno que, junto a su hermano Alfredo, mantiene una explotación de ganado ovino en extensivo. Es decir, son pastores.
La familia Alonso Moreno lleva décadas viviendo de un rebaño que nunca supera el millar de ejemplares porque según Luis más de mil ovejas es demasiado para estas tierras porque aplastan el terreno y lo echan a perder. Son las ovejas que, a base de vender corderos, han dado de comer a su familia durante años. La mayor parte de los lechales se venden para asar, pero algunos, los que vemos que son buenos, los reservamos para reponer a las ovejas y los sementales, explica Alfredo. Los dos hermanos llevan trabajando juntos más de tres décadas, probablemente por eso se entienden sin hablar.
Cada día se distribuye más o menos de la misma manera, comienzan sacando de sus corrales a las ovejas que saldrán a pastar. Algunas, las que están recién paridas, las que tienen algún problema o, según la época, los sementales, se quedan en la nave. Una vez que las ovejas salen, los dos hermanos limpian los comederos, arreglan las camas con paja y rellenan cada uno de los pesebres con el complemento de forraje que las ovejas comerán cuando vuelvan de su paseo diario.
Los perros esperan mientras los pastores se organizan sin necesidad de cruzar palabra. Da igual que sea 15 de agosto o 1 de enero y toda España esté de vacaciones, no importa que caiga una nevada o haga un viento horrible, el cuidado de las ovejas es diario. La rutina se repite como si fuera una coreografía ensayada donde la música la ponen los balidos. A aquellas les quitamos los corderos ayer y los están llamando, me explica Alfredo ante el quejido casi humano de una oveja que llama a su cría. Solo cuando tenga la comida delante cesará su llanto.

Sin relevo a la vista.
Pese a lo duro de la tarea, a ningún pastor le gusta abandonar a su rebaño. Quienes se ven obligados a dejar de encargase de las ovejas antes de jubilarse, lo hacen o bien por enfermedad, o bien porque no encuentran un pastor que tome el relevo. Si seguimos así corderos como el que te has comido esta navidad, a la vuelta de unos años no los vas a encontrar, porque ahora se estabula el ganado y es otra cosa, la carne, la grasa, el sabor cambia mucho, se lamenta Alfredo. Los dos hermanos ven muy complicado que el oficio se mantenga pese a que empieza a haber marroquíes que se están haciendo cargo de algunos rebaños y también iniciativas como las que muestra el documental La senda del pastor con cooperativas que hacen el trabajo diario más llevadero.
Desde el colectivo Ganaderas en red, una agrupación de más de 170 ganaderas que lleva décadas trabajando en extensivo en toda España, apuntan a más variables en la ecuación que se resuelve con la desaparición de la ganadería extensiva: La gente más joven no quiere continuar con este oficio y el que lo intenta lo tiene muy complicado. Se exigen unas condiciones para comenzar que son inasumibles si no se parte con un gran capital inicial. Da igual que vayas a tener un rebaño de 50 cabezas que uno de 2000, la inversión inicial es enorme y las subvenciones actuales apenas dan para pagar una nave donde guardar al ganado, explica Charo García de la red de pastoras. Por su parte, la PAC [Política Agraria Común] no está bien orientada en esa línea. El acceso a la tierra para la gente que se incorpora desde 0, sin trasmisión de rebaño y/o patrimonio, es muy difícil. Como no hay acceso a la tierra tampoco se puede acceder a las ayudas de la PAC. Además, quienes sí acceden a ellas, no necesitan demostrar que sus ingresos provienen del campo y ahí se cuelan las enormes extensiones de tierra de los grandes propietarios que, en su mayor parte, las obtuvieron en el último siglo. Nosotras los conocemos como “Agricultores de sofá” y acaparan casi el 50% de las subvenciones. La falta de servicios e infraestructuras cercanas a las zonas marginales donde suele estar la ganadería extensiva acrecienta el problema. Nadie quiere vivir donde no hay servicios básicos como escuela o centro de salud, comenta.
En esta sociedad somos cada vez más individualistas. La gente va a lo suyo. Excepto yo, que voy a lo mío, bromea Luis. Por otro lado, reflexiona Charo, sólo se valora el dinero y la apariencia. El consumidor prefiere tener un IPhone porque eso se ve, pero luego se gasta el mínimo en comer. No saben que la alimentación es la base para tener una buena vida. Si falla la alimentación, falla la salud física y mental.
Tampoco ayuda la falta de comunicación entre los propios pastores y la escasez de formación reglada que fomente el interés por este oficio tan masculinizado. Según Luis, cada pastor se organiza en solitario, hay poca colaboración dentro del colectivo y así es muy complicado mejorar el trabajo a parir del conocimiento de todos. Eso sin mencionar las trabas para la venta directa de sus productos. Tal y como está la legislación ahora mismo, te hacen sentir que casi eres un criminal por darle leche a un vecino. Eso sin contar con la enorme carga administrativa que soportamos quienes dirigimos pequeñas empresas familiares, explica Francisco Martín, que regenta una pequeña explotación de vacuno en la zona.

No es el oficio lo único que se pierde.
Los espacios naturales en la Península Ibérica son el resultado de miles de años en los que el ser humano ha explotado los recursos dando lugar a los paisajes históricos. En ellos coexisten zonas forestales con estructuras alteradas por la explotación de la madera y otros recursos, con ecosistemas seminaturales intercalados con otros más degradados como los campos de cultivo. Un mosaico de paisajes que, hasta hace poco, sostenía la riqueza natural de la Península.
En este contexto, la ganadería extensiva tiene un papel fundamental. Más allá de la producción de carne, todos deberíamos ser conscientes de cuánto necesitamos estas prácticas si queremos que la naturaleza nos siga proveyendo de los elementos básicos que nos permiten vivir en el planeta.
El ir y venir de los pastores con sus rebaños evita que los bosques se cubran de maleza y se conviertan en pasto de las llamas en los intensísimos incendios forestales que provocan las nuevas condiciones ambientales. Las ovejas reparten las semillas con su bagaje continuo y abonan el monte y los pastos en los que pacen. Quienes viven en los pueblos de regiones como Zamora, Teruel o Soria son conscientes de que un pueblo que pierde a sus pastores se enfrenta, además de a la consabida despoblación, a la matorralización de las áreas circundantes y la pérdida de los caminos.
Sin ganado, además, los problemas afectan también a otros actores del ecosistema. Desde los grandes carroñeros que, según una investigación del CSIC, se ven beneficiados por las prácticas ganaderas tradicionales, hasta la proliferación de malas hierbas que disminuye con el ramoneo de las ovejas. Y es que, el modelo de negocio que llevan siglos defendiendo los pastores, igual que las explotaciones agrícolas familiares, es garante del mantenimiento de las áreas naturales en nuestro país. No en vano, el abandono rural es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el medioambiente en Europa, pero, tanto los gestores como la población, obvian el vínculo inseparable que hay entre la gestión agroganadera y la ecología.
Las numerosas dificultades y la enorme desigualdad a las que se enfrentan quienes emprenden en el mundo rural solo dejan espacio a la ganadería industrial. El tipo de industria que se lleva potenciando desde los años 60, (sí, hace menos de 70 años), está basada en la industrialización y la deslocalización de la producción de alimentos con el maltrato animal y la destrucción de los ecosistemas que conlleva, la contaminación de los acuíferos, la reducción de los puestos de trabajo asociados y el aumento de los problemas que sufren las regiones despobladas del país.
Las macroindustrias logran beneficio por dos partes, ya que juegan con las mismas reglas, sí, pero ni el precio de la carne y la leche que producen refleja el daño ambiental que causan, ni la ganadería extensiva ve reflejados en su economía los beneficios que aporta. Es vital que dejemos de favorecer a las grandes industrias en detrimento de las pequeñas empresas agroganaderas, porque las segundas son las que generan empleo, evitan la despoblación y favorecen la sostenibilidad ambiental.
Y es que, igual que hay enormes diferencias entre podar una zona boscosa y deforestarla, el impacto de un rebaño de mil ovejas que pastan no es comparable al de una granja, donde miles de ejemplares permanecen estabulados dejando de realizar los servicios asociados al pastoreo y provocando un gasto excesivo de agua, energía y medicamentos.
Una primera medida para revertir esta situación debería ser trabajar en el etiquetado para que los consumidores sepan el origen de la carne que compran y si perjudica o favorece la biodiversidad, porque cada vez hay más personas que se preocupan por el origen de los alimentos y productos que consumen.
En segundo lugar, es hora de revisar el modelo de consumo para que los precios reflejen los costes sociales, ambientales y de salud pública que provocan las macrogranjas. Porque si tenemos en cuenta los efectos ambientales que tienen las distintas formas de criar animales, nos daremos cuenta de lo cara que nos está saliendo esa carne industrial que se vende tan barata en las grandes superficies.
Tanto tiempo anteponiendo lo urbano y desarrollando políticas que fomentan el abandono rural, han calado en la sociedad, donde parece que está institucionalizado que quienes se quedan en el campo son aquellos que no sirven para nada más. Los centros urbanos siguen siendo el lugar deseado, lo único que parece que está bien para vivir, el objetivo que persigue la mayoría de la población, pero ¿es un deseo real o solo nos dejamos llevar por la mayoría, como hacen las ovejas?
Luis lo tiene claro, vivió varios años en Madrid, pero volvió por voluntad propia.
- Aquello no me gustaba y ser pastor sí.
- ¿Qué es lo que más te gusta? – le pregunto.
- Pues todo.
- Hombre, habrá partes del trabajo que disfrutes más que otras, ¿no?
- Pues no, porque no hay una cosa sin la otra. El trabajo de pastor es un todo, no hay cosas que puedas dejar de hacer, así que, me gusta todo.
Dándole la espalda a las comunidades rurales, regalamos el tesoro ambiental que alberga nuestro país a las explotaciones industriales. El sistema es sencillo. Primero se vacía el territorio a base de dejarlo sin salidas para la población y después ponemos en manos de las grandes industrias agroalimentarias el capital natural de la península ibérica. Empresas que se marcharán de la comarca cuando su forma de producir esquilmando los recursos deje tierras yermas y aguas insalubres. ¿Hasta cuándo podremos continuar con este modelo?
FOTOS: ZAPE FOTÓGRAFO
