Editoriales
Editorial: nuestras montañas nos necesitan
Es hora de pasar de las palabras a los hechos en la recuperación del ecosistema
Cuando las llamas se apagan y el humo se disipa, comienza el verdadero trabajo. El reciente incendio que durante más de una semana arrasó el entorno del Pico del Lobo —tanto en su vertiente norte segoviana como en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara— no es solo una cifra de hectáreas calcinadas ni un dato más en las estadísticas de emergencias. Es una herida abierta en el paisaje que define nuestra identidad, en el ecosistema que sustenta nuestra forma de vida.
Conocemos bien el guion que viene ahora: declaraciones grandilocuentes, cruces de acusaciones entre administraciones, promesas que se evaporan con la misma rapidez con que avanzaron las llamas. Pero esta vez tiene que ser diferente. Esta vez, la ciudadanía no puede quedarse como espectadora pasiva mientras se decide el futuro de nuestro patrimonio natural.
Un historial preocupante que exige cambios
Los datos son contundentes y preocupantes. En los últimos años, Castilla y León y Castilla-La Mancha han sido escenario de los mayores incendios forestales de España: más de 40.000 hectáreas este año en Zamora y León, más de 50.000 en la Sierra de la Culebra en 2022, y el trágico incendio de Guadalajara de 2005 que se cobró 11 vidas. Estos números no mienten: hay un problema estructural que requiere soluciones urgentes, no solo en extinción, sino especialmente en prevención y recuperación.
La mayor parte del terreno afectado en el Pico del Lobo es monte público. Son las Juntas de Castilla y León y Castilla-La Mancha quienes tienen la potestad —y la obligación— de liderar la recuperación. Pero la historia nos ha enseñado que las instituciones necesitan el impulso ciudadano para actuar con la celeridad y el rigor que la situación demanda.
Porque ya han comenzado a surgir iniciativas espontáneas de "reforestación" desde La Pinilla, desde ayuntamientos y asociaciones locales. Y aunque valoramos enormemente estas muestras de compromiso, es fundamental que sean los gobiernos autonómicos quienes coordinen y den forma técnica a esa voluntad popular. Plantar árboles sin criterio puede ser contraproducente. La recuperación de un ecosistema no es cuestión de buenas intenciones, sino de conocimiento especializado.
España cuenta con excelentes expertos en silvicultura, investigadores y técnicos forestales que saben exactamente qué necesita nuestro monte, al igual que la población local, ganaderos u otras personas que conocen el monte y lo han gestionado desde hace años. Es imperativo que las administraciones recurran a ellos para diseñar un plan de recuperación que proteja el suelo, asegure el abastecimiento de agua, restaure las infraestructuras necesarias y reforeste con criterio ecológico".
Coordinación urgente entre comunidades
Es esencial que ambas comunidades autónomas trabajen coordinadamente. Este incendio no entiende de límites administrativos, y la recuperación tampoco debería entenderlos. El Pico del Lobo es un macizo compartido que exige una respuesta conjunta.
Desde El Nordeste de Segovia hacemos un llamamiento a la acción ciudadana. No podemos permitir que la desidia o la burocracia condenen nuestras montañas al abandono. Cada vecino, cada asociación, cada persona que sienta como propios estos montes tiene el derecho y el deber de exigir a sus representantes que actúen ya.
Para ello ponemos a vuestra disposición un modelo de carta que podéis presentar en la sede electrónica de la Junta de Castilla y León, así como un formulario que pueden rellenar tanto asociaciones como personas particulares y que haremos llegar a los responsables de ambas comunidades autónomas.
Tenemos muchas pruebas de la capacidad para la inacción de numerosos gobiernos, hagamos lo posible para que no sea así. Ejerzamos como ciudadanos responsables y presionemos para que, al menos esta vez, ningún responsable caiga en la desidia o la dejadez.
Esta tragedia puede convertirse en una oportunidad: para fortalecer nuestra comunidad, para educar a las nuevas generaciones en el valor del patrimonio natural, para demostrar que cuando la ciudadanía se moviliza, las cosas cambian. Hagamos que lo quemado sirva para aumentar la conciencia ambiental de la población.
Nuestras montañas no son un paisaje de postal ni un recurso turístico. Son parte de nuestra vida, de nuestra economía, de nuestra identidad. Y no nos despedimos de ellas. Al contrario: es el momento de reclamarlas, de exigir su recuperación, de estar más presentes que nunca.
El fuego ya hizo su trabajo. Ahora nos toca a nosotros hacer el nuestro.