La opinión de nuestros lectores
PANEGÍRICO POR MIGUEL GÓMEZ ARNANZ
Miguel Gómez Arnanz nos decía adiós el pasado día 22 de junio. Había nacido en Cerezo de Abajo, donde su padre estuvo destinado varios años como miembro de la Guardia Civil. Pero fue en Ayllón donde Miguel echó raíces y vivió casi toda su vida, entregado por completo a su gente y a su pueblo, al que dedicó su energía, su tiempo y su corazón.
Miguel es conocido en la zona como maestro, labor que inició muy joven, cuando apenas contaba con 19 años. Por sus aulas pasaron generaciones enteras, y más tarde ejerció como director del colegio Doctor Tapia —que posteriormente sería el CRA Ayllón-Campo de San Pedro—. Fue alcalde de Ayllón por primera vez en la legislatura 1987-1991, y posteriormente durante otras dos legislaturas, de 1995 a 2003. También desempeñó otros cargos de responsabilidad: juez de paz (cargo que ostentaba en la actualidad), presidente de la peña local del Atlético de Madrid y miembro del comité de decisión de CODINSE. A Miguel no le faltaron responsabilidades públicas y otros menesteres sociales que asumir y dinamizar a lo largo de su vida de setenta y seis años.
Para muchos, Miguel ha sido el maestro que tuvieron en la infancia y que enseñaba con la metodología propia de la época que le tocó vivir. Hoy, muchos de estos adultos que conocieron a Miguel en la plenitud de su labor docente lo recuerdan como si aquel colegio fuera un espacio en el que la disciplina se ejercía con una sistemática casi cuartelera. Miguel era fruto de un tiempo en el que la metodología docente se basaba en esa escuela tradicional que los más mayores han conocido y que a los jóvenes de hoy les parece que la historia ha provocado una evolución hacia valores como la empatía, la asertividad, la compensación, la igualdad de género y el pacifismo, que forman parte de la cotidianeidad actual.
Tras esa fachada de Miguel autoritario, incluso con aspereza en el primer contacto, se escondía un Miguel comprensivo y dialogante, que sabía interpretar la mejora evolutiva que los nuevos tiempos y situaciones presentaban. Los que hemos estado más cerca de él como adultos hemos sabido interpretar sus esfuerzos, sus tendencias y sus desvelos por mejorar la vida de todos en un ambiente de orden.
Lo recordaremos con su puro en la boca, como un amuleto que le ayudaba a sortear los avatares de la vida, pero sobre todo durante esos últimos años en que, con un amor paternofilial, paseaba a sus nietos en un carrito por las calles de Ayllón, sabiendo que las nuevas generaciones han venido para quedarse y que todo el apoyo que se les preste les ayudará a asentarse mejor en este mundo. Y eso supone entrega, cariño, sentido común y echar a un lado las piedras del camino para transitar seguros y felices en este mundo que es de todos.
Miguel no ha pasado desapercibido. Mucha gente en Ayllón y la comarca guardará su recuerdo y mil anécdotas que contar, pero sobre todo permanecerá en el recuerdo de sus amigos y, especialmente, de su familia, a la que enviamos nuestro cariño y respeto desde las páginas de este periódico que algún día tuvo a Ana, su hija, como colaboradora excepcional.
Que la tierra le sea leve.
