La opinión de nuestros lectores
Mis vecinos, mi pueblo vivo
Por Cristina Díez, vecina de Cerezo de Abajo
En estos días tan duros en los que veo lo que ocurre en este país, he decidido pensar en corto, en lo que tengo junto a mi casa y junto a mi familia.
Vivo en un pueblo pequeño de la España vaciada. Somos pocos, muy pocos. Desde el éxodo de los años 60 hacia las ciudades —donde quiero recordar que "los provincianos" también fueron migrantes—, la población no ha hecho más que bajar y bajar. Perdimos población y también servicios y puestos de trabajo. En los años 80-90 hubo un repunte poblacional en la zona, también gracias a que recibimos a migrantes de otras zonas como Extremadura que también buscaban una vida mejor.
Lo que se ha mantenido ha sido gracias al esfuerzo de los que decidieron quedarse y apostaron por esto con sus negocios y mucho sacrificio. Desde entonces no hemos dejado de luchar por mantener el pueblo vivo: se peleó por mantener nuestra escuela abierta con apenas cuatro alumnos, se pelea cada día por no perder derechos como la sanidad, el acceso a los cajeros... Para todo somos números y los servicios que tengamos dependerán, inevitablemente, de los habitantes empadronados que seamos.
A pesar del descalabro demográfico del que hablamos —pasamos de 400 habitantes a poco más de 140—, actualmente mi pueblo sigue vivo.
Y es gracias a que hay personas que quieren vivir aquí o que han encontrado en él un medio de vida. Así tenemos a Hadi o El Arbi trabajando en el hotel, a Anouar y Souad gestionando su restaurante, a Roxana en la piscina, Iván, Aleco, Jamal, Fátima, Mohamed, Alexander, Jaama... que viven aquí con sus familias y que llenan nuestro orgullo de colegio con 19 alumnos y alumnas para 2025.
Todos ellos, y los que no he nombrado, son parte de mi pueblo, tan necesarios para mantener mi pueblo vivo como yo o como cualquier persona que solo nos visita por temporadas.
Aquí siempre nos hemos conocido todos, sabemos de qué familia somos y si no, lo preguntamos. Pero ahora, en mi pueblo también vive gente que no conozco y eso me entusiasma. No me asusta, me parece una oportunidad para todos.
No son menos vecinos que Ramón, Pedro o Julia. Son mis vecinos y vecinas, son los amigos del colegio de mis hijas, compartimos las calles, las plazas, algunas tradiciones y, sobre todo, nos respetamos y ayudamos. Me gusta que mis vecinos quieran vivir en mi pueblo y quien piense que el pueblo es mejor sin ellos es, sin duda alguna, quien está fuera de lugar.