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Foto de archivo de la manifestación del 25N . EFE/Kiko Huesca
Foto de archivo de la manifestación del 25N . EFE/Kiko Huesca

Reportajes

Voces del silencio rural: testimonios de supervivientes de violencia de género

Un estudio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género da voz a las supervivientes del maltrato en el medio rural, donde el aislamiento y el control social dificultan la denuncia. Sus testimonios revelan dos décadas de media atrapadas en el ciclo de la violencia.

Los testimonios que se recogen en este reportaje forman parte del estudio "MUJERES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL MUNDO RURAL", elaborado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. Sus voces, silenciadas durante años, emergen ahora para visibilizar una realidad que persiste en nuestros pueblos.

"Me obligaba a andar para seguir lesionada y seguir cobrando la pensión de incapacidad". El testimonio de María (nombre ficticio) resuena como un eco de las múltiples formas de violencia que sufren las mujeres en el medio rural. Su historia, como la de tantas otras, permanecía oculta tras los muros del silencio que impone la vida en los pueblos.

Cicatrices visibles e invisibles

"Cuando tú llegas a la cama y vienen a tocarte, pues tú no puedes, o al menos yo no puedo. Y entonces él me cogía y me arrancaba el camisón", relata entre lágrimas Ana. La violencia sexual, considerada "invisible" en el medio rural, emerge en los testimonios de nueve mujeres que han participado en el estudio. Sus palabras, entrecortadas por el dolor, describen violaciones frecuentes y relaciones sexuales impuestas: "Yo me he sentido violada cantidad de veces. Por no liarla".

Las secuelas físicas perduran: dolores crónicos, migrañas continuas, y en algunos casos, incapacidad total. "Debido a todas las secuelas físicas intenté volver a trabajar después de un tiempo, pero no podía soportar el dolor y actualmente estoy jubilada por enfermedad", comparte otra superviviente.

El control económico como prisión

"No tenía dinero para nada, todo se lo tenía que pedir", "No podía comprar ropa ni comida a mis hijos", "Es que incluso me controlaba el papel higiénico que yo tenía que gastar". Los testimonios dibujan un mapa de control absoluto sobre la economía familiar, una forma de violencia especialmente cruel en el entorno rural.

La prohibición de trabajar emerge como otra forma de control: "No podía trabajar porque decía que todos me miraban y que me iba con otros", "Las mujeres no trabajan me decía, de todas maneras, tú no vales para nada". Sin embargo, algunas mujeres han encontrado en la independencia económica su liberación: "Ahora soy libre, tengo mi dinero y no tengo que dar cuentas a nadie".

Los hijos: víctimas silenciosas

"Todo empezó con insultos, algunas veces la niña lo vio todo, por esto yo decidí dejarlo porque tenía miedo por la niña", relata una madre. El 69,56% de las entrevistadas confirman que sus hijos presenciaron episodios de violencia. Las consecuencias son devastadoras: "Mi hija ha estado mala con los nervios, han estado en tratamiento psicológico las dos".

Los sentimientos de culpa persisten: "Eso es lo que no se me va y no me perdono...Mis hijos ya no tienen alegría, porque mis hijos han pasado mucho por mi culpa... Pero si yo hubiera denunciado no les hubiera pegado... Y eso no se me borra..."

El largo camino hacia la libertad

El tiempo medio de permanencia con el agresor supera los 20 años en mujeres mayores de 30 años. "¿A dónde iba a ir yo, ¿quién me iba a creer?, ¿qué les iba a contar?", se pregunta una de ellas, reflejando el miedo y la desconfianza que paraliza a tantas víctimas.

Sin embargo, hay esperanza. Algunas mujeres han encontrado la fuerza para romper el ciclo de violencia: "Decidí salir cuando mi hija escuchó una paliza", "Cuando mi hijo me defendió el día que me puso un cuchillo en el cuello". Los hijos, en muchos casos, se convierten en el catalizador del cambio.

La violencia de género en el medio rural tiene múltiples rostros: golpes que dejan marca, palabras que hieren el alma, control económico que asfixia y un silencio social que perpetúa el dolor. Pero también hay historias de superación, de mujeres que, a pesar del miedo y las dificultades, encuentran la fuerza para decir basta.

Como recuerda una superviviente: "Ahora tengo trabajo, tengo mi dinero y puedo sacar a mis hijas adelante". Su testimonio es un faro de esperanza para otras mujeres que aún permanecen atrapadas en el ciclo de la violencia.

Si eres víctima de violencia de género o conoces algún caso, recuerda que no estás sola. Llama al 016 (teléfono gratuito que no deja rastro en la factura).