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Reportajes

Arantxa García: la estratega que lidera un colegio contra la despoblación

En este tercer capítulo de nuestra serie, nos adentramos en la vida cotidiana de quienes construyen comunidad desde los cimientos de la educación rural. Como en cada entrega, Evangelina ha compartido una jornada completa con nuestro personaje, observando de primera mano cómo su labor transforma realidades. Hoy les presenta a Arantxa García Nogales, directora del Colegio Cardenal Cisneros de Boceguillas, un centro educativo rural que, bajo su liderazgo, ha convertido los desafíos de la despoblación y la diversidad cultural en oportunidades de aprendizaje y crecimiento. En un territorio donde cada niño representa esperanza, Arantxa y su equipo tejen día a día una red de posibilidades que trasciende las aulas. Evangelina nos invita a descubrir cómo una mañana de carnaval revela mucho más que disfraces y celebraciones: muestra la esencia de un proyecto educativo que resiste, persiste y florece gracias al compromiso colectivo.

Por Evangelina Gutiérrez, cronista de "Historias de labor y tierra"

Arantxa García Nogales, 48 años, es alta, morena, conciliadora y vocacional. Con sonrisa fácil y cuerpo de deportista, lleva cuatro años al frente del Colegio Cardenal Cisneros de Boceguillas, un centro rural con 123 alumnos donde más del 60% son de origen inmigrante. En un territorio castigado por la despoblación, García Nogales ha convertido su liderazgo en un ejercicio de resistencia y oportunidad para todos sus estudiantes. «Comienzo mi jornada a las 9:00, aunque nunca sé cuándo la termino», confiesa mientras coordina múltiples tareas con aparente facilidad.

Primer contacto

Llamo a Arantxa al colegio y le explico lo que pretendo hacer con ella: narrarla para el Periódico del Nordeste durante una jornada laboral y bla, bla, bla. La escucho receptiva al otro lado del teléfono, es dueña de una naturaleza amable, así que me responde que “Sí, claro, encantada, qué bonito...”, desprende gratitud y entusiasmo del más genuino ante la propuesta. A continuación me indica que debe pedir permiso a la Dirección Provincial de Educación de Segovia, porque alguien ajeno al colegio no puede entrar sin autorización y que esta tardaría más en llegar si mi intención fuese, además, la de compartir las clases con los niños. Le digo que no se preocupe, que no estaré presente mientras imparte clases a menores, que me alcanza con observarla en su estricto trabajo como directora. Me contesta que mandará la solicitud ese mismo viernes y que puede que para el lunes ya tengamos la autorización. El lunes a primera hora me llama y me confirma que puedo narrarla. Fantástico, nos vemos en breve.

Comienzo de jornada

Entro al colegio, es bastante grande y tiene un patio amplio donde observo desde lejos cómo los chicos corren, conversan, o algunos incluso ya ostentan los primeros disfraces del carnaval. Subo unas escaleras y me atiende David, el secretario, que lleva un sombrero negro de lentejuelas, ese día todos los adultos que trabajan allí deben portar algo en la cabeza, una consigna del carnaval. “Eres fulana de tal ¿no? ¿Estás para ver a Arantxa?; ahora viene”. Acto seguido aparece la directora con unas gafas de sol en el pelo, siguiendo la línea de la estética de carnaval propuesta por el cole. Me saluda mientras abre los brazos con énfasis: “Mis alumnos son un encanto, les adoro, pero hoy están insufribles, no paran de hablar”.

Acababa de terminar una clase de Inglés, la asignatura que imparte alternando sus funciones como directora, me explica que eso lo hace porque es importante no perder la perspectiva de lo que ocurre en las aulas. Me invita a pasar al despacho, detrás suyo viene Eva, la jefa de estudios –lleva su sombrero de rigor–, la reconozco en la foto que hay en la pared del despacho, en donde se les ve a los tres: Arantxa, David y Eva sonriendo a la cámara. “Somos un equipo, no podría hacer todo lo que hago sin la ayuda de mis compañeros. Hoy no sé a qué hora terminaremos, sé la hora a la que entro pero nunca a la que saldré ”, me dice convencida la directora y se sienta frente al ordenador a ejecutar la multitarea que tiene por delante: revisar el correo electrónico, gestionar las próximas excursiones de los chicos a la Casa del parque de Riaza, el Erasmus de idiomas de los alumnos que viajarán a Bélgica, la preparación del material de la clase que dará otra en su lugar: “Porque tengo cita médica y tengo que dejar la clase preparada”, me aclara sin que se lo pida; y todo lo hace de forma simultánea. He llegado a contar entre cuatro o cinco tareas al mismo tiempo. A pesar de ello coincide con su jefa de estudios en que hoy es un día tranquilo. (Entonces ni me quiero imaginar lo que será uno más ajetreado).

En total son como cincuenta las aplicaciones de la administración educativa, que hay que conocer y dominar, para la gestión de diferentes cosas; observo cómo salta nuestra protagonista de una a la otra, de un icono a otro de la pantalla. Para comunicarse con los padres se utiliza una aplicación (Teams) que no todas las familias consiguen controlar, por ello Arantxa emplea su hora del almuerzo para atender a dos o tres familias que presentan la misma dificultad. Junto a David se encargan de enseñarles el manejo de Teams, y no les importa dedicar su hora de descanso para  realizar esta tarea. “Es el momento del que disponemos”, me aclaran; aunque no tienen que darme explicaciones, pero el vicio de profesión y la necesidad de explicarlo todo –como educadores que son– prevalece.

Arantxa continúa gestionando cosas en el ordenador mientras comenta con su jefa de estudios las incidencias del día. “F" me ha comentado que «V» ha vuelto a decir ‘polla’ en clase, y cuando le pedí explicaciones me dijo que él no había dicho nada”. Sacuden ambas la cabeza y saltan a otro tema, se centran en el programa DETECTA, una aplicación especializada en la identificación de alumnos con altas capacidades mediante diversos instrumentos de evaluación. La directora dicta nombres a Eva, quien los registra meticulosamente. Entre los alumnos seleccionados —con potencial talento destacado— abundan los apellidos magrebíes, un detalle significativo: este colegio rural identifica y potencia el talento en una población tradicionalmente vulnerable. Dos minutos después, la directora contrasta los contenidos del programa de Erasmus que le han enviado desde Bélgica; Eva interviene para decir que en muchos casos, ese viaje a Bélgica que ofrece el colegio, es la única oportunidad que algunos niños tienen de viajar, porque este colegio, me aclara, tiene muchas vulnerabilidades. Arantxa asiente, son plenamente conscientes de ello y de todo lo que pueden hacer para mejorar las oportunidades de muchos niños. No es una frase hecha, de verdad lo creen, lo he visto en vivo y en directo.

Un liderazgo de consensos

Sandra, una profesora ¿de Infantil, quizás?, irrumpe en el despacho para trasladarle a la directora la gran satisfacción de los padres de “B”, una alumna que ha participado de la Competición de Legos en la Universidad Politécnica de Burgos: “Su padre la pudo ver desde Marruecos por videollamada, cuando la galardonaban y eso le llenó de orgullo. La madre me ha pedido que te lo dijera”. La competición de Legos es una de las tantas actividades complementarias que el colegio desarrolla, una de las más creativas. Arantxa hace mucho hincapié en el trabajo de equipo, sin embargo la gente tiene claro que la estratega que está detrás de todo es ella y este tipo de cosas lo demuestra: “Dile a la directora que se lo agradezco”.

El despacho, de por sí pequeño, se completa con la quinta persona cuando el secretario regresa para darle una mala noticia a nuestra protagonista: unos hermanos que se trasladarán a otra comarca y dejarán el centro. Arantxa se entristece y todos emiten algo parecido a un suspiro de decepción; si bien están acostumbrados a las rotaciones de alumnos y de personal, es algo que continúan lamentando mucho cuando sucede. “Son unos niños encantadores, me apena mucho que se marchen”, enuncia con voz calma la directora, el mismo tono suave que emplea con todo el mundo. El suyo es un estilo de conducción donde el aporte de todas las partes cuentan de la misma forma, revisten la misma importancia. Por ello es muy común que esta directora hable casi siempre en plural; quizás porque encabeza un proyecto colectivo.

Son las 15:00 pasadas y antes de retirarme le pregunto a Arantxa, que está recogiendo sus cosas para marcharse, lo que suelo preguntarle a todos los personajes que decido narrar: “¿Se te ocurre quién puede ser el próximo?”. A lo que me responde con absoluta seguridad: “¡Si!, Rosa, la cocinera del cole; está aquí desde siempre, es la que nos precede a todos, una persona muy interesante”. No me sorprende que hable así de alguien que forma parte de su equipo.