Personajes del Nordeste
Rosa se despide de los fogones tras 34 años cocinando para la infancia de Boceguillas
Después de más de tres décadas entre fogones, Rosa cierra un capítulo lleno de cariño, dedicación y miles de comidas preparadas con amor maternal. Su jubilación marca el final de una era en el colegio segoviano, donde ha sido mucho más que una cocinera: ha sido el corazón gastronómico de toda una comunidad educativa.
La cocinera del CEIP Cardenal Cisneros dice adiós a una profesión que ha ejercido con vocación de servicio y cariño hacia las personas más pequeñas
Rosa habla con la voz firme de quien sabe que está cerrando un capítulo importante de su vida. Tras treinta y cuatro años entre fogones, ollas y el ir y venir de la infancia del CEIP Cardenal Cisneros de Boceguillas, esta persona manchega se prepara para su jubilación con una mezcla de nostalgia y expectación por lo que está por venir.
Confiesa que nunca imaginó que acabaría siendo la cocinera de un colegio en tierras segovianas cuando era joven. Explica que todo empezó por amor, como tantas historias de personas de su generación, ya que siguió a su pareja cuando esta encontró trabajo en la zona. Recuerda con cariño cómo vivieron primero cuatro años en Campo de San Pedro antes de establecerse definitivamente en Boceguillas.
Rosa rememora con cierta sonrisa cómo se enteró de que el colegio necesitaba una cocinera cuando la anterior se marchó. Admite que al principio tenía dudas, pero que se presentó junto a otras candidatas y resultó elegida. Destaca especialmente el primer año, cuando trabajó como ayudante de Petra, la cocinera veterana que le enseñó todos los secretos del oficio.
La entrevistada se emociona al recordar los veinte años que compartió cocina con Teresa, su fiel compañera hasta que la enfermedad la obligó a jubilarse anticipadamente. Reconoce que después tuvo otras ayudantes, pero que estos últimos años ha trabajado sola, asumiendo con naturalidad la responsabilidad de alimentar a toda la comunidad escolar.
Cuando se le pregunta por lo que ha significado este trabajo en su vida, Rosa no duda en destacar la importancia de haber tenido un sueldo propio y la satisfacción personal que le ha proporcionado la cocina. Confiesa que, aunque el trabajo era duro y exigente, siempre se sintió a gusto porque realmente le gusta cocinar. Valora especialmente haber podido compatibilizar su jornada laboral con el cuidado de sus hijas e hijos, a quienes llevaba y traía del colegio.
La cocinera se ilumina al hablar de los momentos más gratificantes de estos años. Reconoce que han sido muchas las anécdotas vividas, desde objetos perdidos que había que rescatar de la basura hasta ropa extraviada que aparecía en los lugares más insospechados. Pero sobre todo, Rosa se emociona al recordar el cariño de la infancia, especialmente de las personas más pequeñas, quienes cada mañana la recibían con abrazos y la pregunta de rigor: "Rosa, ¿qué hay de comida?"
Sin embargo, también reconoce que no todo han sido momentos dulces. Admite que le dolía profundamente cuando la infancia rechazaba la comida o incluso la tiraba, especialmente cuando sabía que había puesto todo su empeño en preparar platos nutritivos y sabrosos. Rosa confiesa que siempre ha tratado de mirar hacia adelante en esos momentos difíciles, entendiendo que formar parte de la educación de la infancia también incluye enseñarles a valorar el esfuerzo y la comida.
Al preguntarle por sus planes de futuro, Rosa muestra una mezcla de incertidumbre y ilusión. Expresa su deseo de mantener la salud para poder disfrutar de una vida más tranquila junto a su familia. Revela que tiene muchas aficiones pendientes, especialmente la costura y las labores, que espera retomar con más tiempo. Asegura que no cree que vaya a aburrirse, pero que necesita adaptarse a este nuevo ritmo de vida.
La despedida de Rosa del CEIP Cardenal Cisneros marca el final de una era. Durante más de tres décadas, esta persona ha sido mucho más que una cocinera: ha sido el corazón gastronómico de la escuela, la persona que cada día se aseguraba de que la infancia y también el profesorado recibieran no solo alimento, sino también cariño servido en cada plato. Su legado va más allá de las recetas; deja tras de sí el ejemplo de lo que significa el verdadero servicio público, ese que se ejerce con vocación y se mide en sonrisas de la infancia y en la tranquilidad de las familias que saben que sus hijas e hijos están bien cuidados.
Rosa se va, pero su huella permanecerá para siempre en la memoria de generaciones de la infancia de la comarca que crecieron saboreando sus guisos y sintiendo su cariño maternal entre las paredes del colegio.
