Personajes del Nordeste
Arantxa Rodrigo: la mujer que pone en el mapa cultural un pueblo de 400 habitantes
Por Evangelina Gutiérrez, cronista de "Historias de labor y tierra"
«Terminamos siendo una satisfacción de ocio de fin de semana, para gente de segunda residencia». La frase de Arantxa Rodrigo resume uno de los grandes dilemas de la España vaciada: cómo mantener viva la cultura local cuando la población se desvanece. Sin embargo, ella no se ha rendido. Desde hace 22 años dirige el Museo del Paloteo, un peculiar refugio para el arte, la tradición y la cultura popular situado en San Pedro de Gaillos, que florece como un oasis cargado de cultura, innovación y memoria histórica.
A sus 58 años, Arantxa ha conseguido que este espacio sea un referente nacional para la promoción de artes escénicas, plásticas y musicales, con una selección de contenidos que, en muchos casos, rompe moldes por su carácter vanguardista. «Elegí centrarme en el universo femenino, la tradición oral, la Historia contada desde una perspectiva de género», explica mientras cuelga una de las telas de la exposición temporal Zurcidos y remiendos, otro homenaje al trabajo invisibilizado de tantas mujeres de la comarca.
El primer contacto
Una mañana de julio, Arantxa acepta con naturalidad ser protagonista de esta crónica. «Sí, he leído la que le hiciste a Sigi, claro que puedes narrarme cuando quieras. Lo único que ahora cojo vacaciones, me reincorporo el 12 de julio, podemos aprovechar la jornada de ese día, que será intensa», me responde. Su buena predisposición es inmediata, y cuando le confieso que soy admiradora de su trabajo, me contesta con sencillez: «Ay, qué rica... gracias». Probablemente se sonroje al otro lado del teléfono.
Un día intenso en el museo
El sábado 12 de julio nos citamos a las 11:00 en la puerta del museo. Arantxa llega puntual, vestida con ropa de trabajo y un peinado informal. Es evidente que el foco no está puesto en ella —aunque esta crónica sí lo hará—, porque se mueve ágil y anónima entre bambalinas, siempre al servicio de la obra en cuestión.
Se baja del coche con algunos materiales para añadir a la exposición temporal. «Échame una mano con esto», me dice después de saludarme, y me pasa una bolsa transparente que encierra una manta cosida a mano por alguna mujer de principios del siglo XX. «Esto lo he recuperado de mi propia casa, estaba debajo del colchón: mira qué confección, qué acabados. La gente nos trae cosas de este tipo: ropa, sábanas y mantas heredadas por las familias de la comarca, tienen valor etnográfico y antropológico. Por eso decido exhibirlas».
En menos de cinco minutos encuentra un lugar para la manta junto a las vitrinas donde reposan inmóviles camisas, vestidos y hasta un baby decimonónico. Se detiene delante de esta última pieza, que perteneció a alguna niña de mediados o finales del siglo XIX, cuando la educación comenzaba a ser más igualitaria. Junto al baby se pueden ver otras prendas bordadas por las niñas y una carta de la entonces maestra de San Pedro de Gaillos, reforzando el trabajo realizado por sus alumnas: las que tenían que aprender a coser y a bordar.
Arantxa me hace una breve síntesis de aquella etapa educativa hasta la Segunda República. Le pregunto qué estudió antes de convertirse en directora del Museo del Paloteo, y me confiesa lo que sospechaba: Ciencias de la Educación.
La exposición cobra vida
«Qué maravilla de textura», dice al colocar un par de faldas blancas sobre un cofre abierto que hace las veces de expositor. Le pregunto si puedo tocarlas; un poco cauta me contesta que sí. Confirmo que las texturas de esas telas son muy curiosas al tacto.
En ese momento llega el primer grupo apuntado para una visita guiada. Claudia de Santos, una señora menuda y elegante, la comisaria de la exposición Zurcidos y remiendos, se hará cargo de la visita, no sin antes aclararme que ella es «la co-comisaria», porque el otro cincuenta por ciento del trabajo es de la directora del museo.
Durante la visita guiada, Arantxa realiza pequeñas intervenciones. Una de ellas para informar de que la sábana con bordados que tenemos delante se la había donado al museo una de las señoras del pueblo: «Esta me la trajo Juanita», puntualiza. El resto del grupo asiente enérgico.
Hacia el final de la visita, la directora vuelve a intervenir cuando se detiene delante de una foto ampliada, convertida en cuadro, en la que se observa a un grupo de niñas de hace más de cincuenta años: «En esta imagen, entre estas niñas disfrazadas con motivo del carnaval de San Pedro de Gaillos, se encuentra una de las señoras presentes». «Esa soy yo», dice la que estaba a mi derecha, y todo el grupo se enternece.
Concluyo que los museos son cápsulas de tiempo y quienes los dirigen, los encargados de escoger y recortar fragmentos de nuestra memoria: una misión poética donde las haya.
Una perspectiva de género
La exposición Zurcidos y remiendos tiene, al igual que tantos otros contenidos ofrecidos por el Museo del Paloteo, una perspectiva de género. Junto a diferentes prendas y elementos expuestos, algunos carteles recrean frases emblemáticas que marcaron la vida de las mujeres encargadas de coser y bordar aquellas reliquias textiles: «Nunca la buena hilandera a la puerta» o «A hilar y coser gana la vida la mujer».
Las reacciones del público suelen ser de indignación o de risa, pero nadie queda indiferente. Esto satisface mucho a la directora del museo, supongo que porque es lo que espera generar en los visitantes.
Los desafíos del mundo rural
El museo se cerró sobre las 14:00 tras finalizar la visita; a las 16:30 se reanudó la actividad y un par de grupos más recibieron su visita guiada, en este caso a cargo de Arantxa. «Los audioguías nos ahorrarán mucho trabajo —me confiesa—, estamos a punto de recibirlos, aunque esto de poder narrarlo e interactuar con la gente también tiene su encanto».
Sobre las 19:00 comienza a caer el goteo de actores que representarán en breve la obra de teatro del grupo de aficionados de San Pedro de Gaillos. Algunos llegan con material de utilería, otros con vestuario. «Arantxa: ¿dónde puedo dejar esto?», «Arantxa: ¿Cómo vamos a solucionar el tema del sonido?». Entre actores y asistentes a la obra no dejan de demandarla, pero ella no pierde la paciencia, atendiendo uno a uno.
«No, lo siento, no quedan entradas, se han vendido todas», atina a responder a una familia que se ha quedado sin plaza. Me señala que cuando se trata de la compañía de teatro del pueblo, las 145 localidades se venden inmediatamente.
Me consta que los eventos convocados por este museo tienen un éxito considerable, a lo que nuestra protagonista responde que, a pesar de ello, la despoblación les está arrojando a ser «una satisfacción de ocio de fin de semana, para gente de segunda residencia; es lo que a veces terminamos siendo». Las aulas de música, por ejemplo, otra seña de identidad del museo destinadas a los niños locales, tienen menos población usuaria porque cada día hay menos niños y mucha rotación de personal en el colegio: otro de los típicos problemas de las zonas despobladas.
El hilo conductor
Antes de marcharme le pregunto cuál es su hilo conductor a la hora de elegir tan buenos contenidos, para dar con la tecla en aquello que selecciona, para conseguir conectar tan bien con público local y foráneo. Me contesta: «Elegí centrarme en el universo femenino, la tradición oral, la Historia contada desde una perspectiva de género, como ejes transversales».
A lo que yo añadiría: sensibilidad social, amor por la Historia, el arte tradicional y de vanguardia, y mucho compromiso con la transformación rural. Arantxa Rodrigo no solo dirige un museo; es una transformadora que, desde un pequeño pueblo de Segovia, demuestra que la cultura puede ser el motor de cambio más poderoso contra el olvido.