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Comarca Nordeste de Segovia



Desarrollo rural

Mucho ruido para crear conciencia

La Unión Comarcal por la Igualdad, con la colaboración de CODINSE y el Ayuntamiento de Campo de San Pedro, convocó una manifestación para celebrar el 8 de marzo.

La manifestación comarcal del Nordeste de Segovia va rotando; este año, las calles de Campo de San Pedro fueron testigo el pasado viernes de la lucha por la igualdad de derechos para hombres y mujeres.
Con motivo de la celebración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la Unión Comarcal por la igualdad en el medio rural programó una serie de actividades para conmemorar una fecha tan importante y recordar que, en este tema, tiene que involucrarse la sociedad al completo.
Si el pasado año fueron las calles de Ayllón el lugar elegido para realizar la manifestación a ritmo de batucada, para lo cual se organizó un taller previamente en el participaron personas de distintas edades, este año le ha tocado el turno a Campo de San Pedro, donde se llevó a cabo, a pesar del día tan desapacible, un taller de pancartas para recorrer más tarde las calles del municipio hasta llegar a la Plaza Mayor, donde tuvo lugar la lectura del manifiesto.
Para finalizar el acto, se proyectó un vídeo comarcal (pincha aquí) en favor de la igualdad y se repartió chocolate para los asistentes.

Las actividades han estado organizadas por la Unión Comarcal por la Igualdad en el medio rural, y ha contado con la colaboración de CODINSE y el Ayuntamiento de Campo de San Pedro.

Tras recorrer las calles de Campo de San Pedro y leer el manifiesto, las participantes de dispusieron a disfrutar de una buena taza de chocolate caliente.

Manifiesto de la Unión Comarcal por la Igualdad en el medio rural
Muy buenas tardes a todos y a todas.
En primer lugar, muchas gracias por asistir a la que es ya ¡la segunda manifestación comarcal del Nordeste de Segovia para reivindicar el Día Internacional de la Mujer! ¡Mucho ruido para todas en este 8 de marzo!
Vemos alguna cara que ya estuvo el año pasado en un día como hoy, una fecha que recordamos como algo precioso y que, a su vez, fue histórico porque ahí marcamos el inicio de esta unión comarcal por la igualdad de género en el medio rural. Vemos también caras nuevas: deciros que estamos encantadas de que hoy estéis aquí y que ojalá sigáis haciéndolo. A su vez, queremos hacer mención especial a todas nuestras compañeras que hoy no han podido venir pero que nos acompañan desde la distancia: gracias por estar y por hacer posible esta iniciativa. Muchas gracias, también, al Ayuntamiento de Campo de San Pedro y a CODINSE, nuestros grandes colaboradores de este año.

Y de eso se trata. De unirnos para ser capaces de hacer más fuerza, transformar conjuntamente y alargar ese hilo morado que pasó por Ayllón, está pasando por Campo de San Pedro y pasará por muchos lugares más. Estamos convencidas de que conseguiremos más si nuestros pueblos reman juntos, codo con codo y se entreteje una unión comarcal, en lugar de caminos por separado.
Algo parecido nos pasa a las personas. Que se nos da mejor la vida si la vivimos en colectivo que en individual porque necesitamos unirnos para brindarnos apoyo, para compartir, ya sean alegrías o penas, que ilusiones o miedos, para sostenernos, en los momentos en los que nos tambaleamos, nos aturdimos pero también en nuestro día a día, en la pura cotidianidad.
Claro que para levantar ese día a día, se necesita que alguien lo haga, porque los cuidados no se hacen solos y, generalmente, hemos sido las mujeres quienes hemos desempeñado esas labores a cambio de nada, sin reconocimiento y con discreción. De ahí que el ruido esté tan presente en esta iniciativa.
El ruido es lo contrario al silencio, el antónimo al olvido, a esa relegación que ha envuelto injustamente a las mujeres a lo largo de la historia. ¡Basta ya! Hacemos ruido para decir que estamos aquí y que no vamos a parar hasta conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres.

Y como el 8M no solo se reivindica en las ciudades, qué mejor forma que hacerlo en los lugares de nuestras raíces, en los pueblos que nos han visto crecer y a los que tanto debemos. Es más, bien sabemos que no solo las personas necesitamos ser cuidadas: también lo necesita lo más básico de nuestra subsistencia, como son nuestras tierras, nuestros campos. Que nos mandan señales de la importancia de recibir ese cuidado para no vivir en un eterno verano, que se convierta en algo cada vez más asfixiante y que imposibilite que nos den todo lo esencial de la vida que siempre nos vienen dando.
A su vez, algo especial que también tienen nuestros entornos son todas esas mujeres con quienes hemos compartido cada momento vital. Con quienes hemos trazado rayuelas en el suelo y nos hemos sentado en los pupitres de la escuela; con quienes hemos hecho morcillas en épocas de matanza e ido al río o al lavadero; con quienes hemos jugado la partida, creado una auténtica red de maternidad o cosido la ropa de toda la familia. Hemos entretejido nuestra vida juntas, en sororidad. Nos hemos apoyado, querido y desde luego que también nos hemos señalado las cosas cuando no nos parecían: porque de eso se trata, de que, aunque el patriarcado nos quiera rivales, nosotras preferimos ser compañeras y amigas.

Pero no solo queremos hacer referencia a las mujeres de nuestros pueblos, sino a todas. Por ello, hacemos mención especial a las mujeres en territorios que hoy están en guerra, esas injustas guerras, para deciros que no estáis solas. Siempre se enfoca a los hombres en el frente de batalla, pero vosotras también vivís el vuestro: sostenéis la vida a través de los cuidados, esa vida que hoy está rota, a la par que sufrís violaciones como arma de guerra. ¡Mucho ruido para todas ellas y para la consecución de la paz!

Ya vamos finalizando. Mujer y tierra, tierra y mujer: ¡cuántas cosas compartimos! Una idea que bien expresa el poema Raíces y Alas y con cuya lectura queremos concluir el manifiesto de este año:

En la tierra de mis ancestros, donde las raíces abrazan la tierra,
mis pies descalzos se hunden en la arena, hermanas de la vasta tierra.
Con cada paso, las semillas de esperanza siembro,
como las madres antes de mí, cuyos susurros el viento lleva.
Ellas, que con manos curtidas la tierra acariciaron,
Tejiendo sueños en el suelo fértil, con amor sembraron.
En sus venas corre el río, en sus ojos brilla el sol,
mujeres y tierra, unidas en un eterno ciclo vital, una canción.
La luna, guardiana de nuestros ciclos, ilumina nuestro camino,
En su luz, la promesa de renacimiento, el destino femenino.
Así como la tierra se renueva con cada estación,
nosotras, guardianas de vida, custodiamos la renovación.
Pero la tierra llora, herida por la avaricia y el olvido,
y en su lamento, el eco de nuestras propias heridas, un grito.
No somos meras espectadoras de esta devastación,
pues en la defensa de la tierra, hallamos nuestra propia salvación.
Que nuestras voces se alcen, fuertes como tempestades,
contra aquellos que la tierra explotan, ignorando su integridad.
Porque al curar sus heridas, las nuestras también sanarán,
mujeres y tierra, en armonía, un nuevo amanecer forjarán.
En la tierra de mis ancestros, donde las raíces abrazan la tierra,
mis pies descalzos se hunden en la arena, hermanas de la vasta tierra.
Con cada paso, las semillas de esperanza siembro,
como las madres antes de mí, cuyos susurros el viento lleva.
Ellas, que con manos curtidas la tierra acariciaron,
tejiendo sueños en el suelo fértil, con amor sembraron.
En sus venas corre el río, en sus ojos brilla el sol,
Mujeres y tierra, unidas en un eterno ciclo vital, una canción.
La luna, guardiana de nuestros ciclos, ilumina nuestro camino,
en su luz, la promesa de renacimiento, el destino femenino.
Así como la tierra se renueva con cada estación,
nosotras, guardianas de vida, custodiamos la renovación.
Pero la tierra llora, herida por la avaricia y el olvido,
y en su lamento, el eco de nuestras propias heridas, un grito.
No somos meras espectadoras de esta devastación,
pues en la defensa de la tierra, hallamos nuestra propia salvación.
Que nuestras voces se alcen, fuertes como tempestades,
contra aquellos que la tierra explotan, ignorando su integridad.
Porque al curar sus heridas, las nuestras también sanarán,
mujeres y tierra, en armonía, un nuevo amanecer forjarán.