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Castrojimeno: un pueblo con forma de barco sobre un mar prehistórico
Castrojimeno sorprende por su paisaje, por su escenario. Un casco urbano de calles estrechas y acogedoras que esconde una particularidad extraordinaria: se asienta sobre un gran arrecife de coral. Fósiles de moluscos y de otros ejemplares marinos dan testimonio de cómo la zona estuvo, hace miles de años, sumergida en un mar. Y es algo que se puede constatar casi en cualquier rincón de la localidad.
El entorno natural tampoco deja indiferente. Con propuestas de senderismo por cañones poblados de buitres y cuevas, la naturaleza se convierte en uno de los grandes atractivos del municipio. Una localidad marcada por dos importantes regueros, cuyos cauces discurren a ambos lados del caserío, dotándolo de una imagen muy característica, similar a la de un barco.
La villa está situada en lo alto de una peña caliza, y rodeada por dos regueros: el de la Hoceca y el del Arroyo, que le dan esa peculiar forma de quilla de barco. Ambos se unen en el reguero de la Hoz, que abastece al río Duratón.
Un nombre con historia
La denominación actual procede del caballero que repobló el lugar entre 1028 y 1035: un personaje vasco-navarro llamado Ximeno Azenares. Al castro sobre el que se asentaba el pueblo, le añadió su nombre de pila, pasando a llamarse Castro Ximeno o Castroximeno durante la Baja Edad Media y hasta principios del siglo XIX.
En 1829 aparece ya como Castro Jimeno y posteriormente como Castrojimeno hasta la actualidad. La evolución del nombre refleja los cambios en la pronunciación castellana: la «X» medieval se pronunciaba como actualmente, pasando a pronunciarse como «J» en el castellano medio, hasta escribirse definitivamente con «J» a finales del siglo XVIII.
Señorío y nobleza
Durante la Edad Media, Castrojimeno se repobló por el concejo de Sepúlveda durante la Reconquista, perteneciendo a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, encuadrada dentro del Ochavo de Pedrizas y Valdenavares.
En 1558, el rey Felipe II, debido a los gastos de su política exterior, se vio obligado a vender señoríos jurisdiccionales hereditarios, entre los que se encontraban las villas de Carrascal y Castrojimeno. Antonio de Luna y Valois, VI Señor de Fuentidueña, aprovechó la ocasión para negociar con la hacienda real la compra de ambos señoríos por un cuento y 344.000 maravedís.
Un año después, en 1559, la infanta regente Juana de Austria otorgó la carta de venta a favor de Antonio de Luna y Valois, quien fundó un mayorazgo de segundogenitura para Pedro de Luna y Rojas, primer hijo de su segundo matrimonio.
Motivos no faltan para descubrir Castrojimeno, o para volver a acercarse a esta localidad donde la historia y la naturaleza se dan la mano en un escenario único.