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La supervivencia de Aldeanueva del Campanario: resistiendo al olvido en el nordeste segoviano
En el nordeste segoviano se encuentra Aldeanueva del Campanario, una pequeña localidad que actualmente cuenta con tan solo cuatro vecinos. Esta población, como muchas otras de la zona, ha experimentado el fenómeno de la despoblación rural.
Su historia se remonta a la segunda mitad del siglo XV, cuando era conocida como "Aldea Nueva de la Grajera" por ser originalmente un barrio de Grajera. En documentos de 1591 aparece mencionada simplemente como "Aldea Nueva". El nombre actual hace referencia a su campanario, elemento característico de su iglesia parroquial.
A mediados del siglo XIX, Aldeanueva tenía ayuntamiento propio y contaba con 59 habitantes. Sin embargo, entre 1850 y 1857 perdió su independencia al ser agregada a Turrubuelo, municipio que posteriormente, en 1976, se incorporaría a Boceguillas.
La iglesia de la localidad está dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. Es un templo sencillo de una sola nave rectangular con cabecera poligonal, construida con una combinación de piedra y ladrillo que muestra influencia mudéjar. La fachada sur presenta una portada con arco rebajado enmarcado en un alfiz de piedra. Su espadaña-campanario, construida en sillería con dos arcos de medio punto, es el elemento que da nombre al pueblo.
Las casas tradicionales de Aldeanueva del Campanario, construidas con muros de adobe, se agrupan sin formar calles definidas y en general presentan un estado de conservación deficiente.
Por el entorno de la localidad discurre la Cañada Real Soriana, cerca del monte de utilidad pública conocido como Valladares-Matagrande. Este territorio fue repoblado durante la Reconquista por la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, quedando integrado en el Ochavo de Bercimuel.
A pesar de su reducida población permanente, cada 15 de agosto Aldeanueva del Campanario celebra su festividad patronal en honor a la Asunción. Esta fecha reúne tanto a los vecinos actuales como a aquellos que, por circunstancias laborales, tuvieron que marcharse, manteniendo así la tradición local.
